martes, 21 de marzo de 2006
Boris Bovril
Hace muchos, muchos años (casi diez), escribí un serie de tres números protagonizada por un grupo de superhéroes españoles llamados Rayos y Centellas, que transcurría en una Tierra alternativa en la que la República había ganado la Guerra Civil. La dibujó Luis Bustos y la publicó Camaleón.
Volví a releerla hace unos días y a pesar de sus muchos defectos, es un trabajo del que me siento bastante orgulloso. La trama es absolutamente enloquecida (en realidad daba para al menos seis números y no tres) y hay muchas cosas que no se entienden demasiado bien (esas paradojas espacio temporales...), pero está atiborrada de ideas que hubiera merecido la pena explorar con un poco más de tranquilidad. Aunque la verdad es que nosotros estábamos tan verdes que no creo que hubiéramos sido capaces de hacerlo.
Además, la idea de repetir la improvisada "jam session" en que se convirtió escribir y dibujar la serie se nos hizo tan cuesta arriba que ni nos planteamos intentarlo. Trabajar sin método, improvisando constantemente, resulta agotador.
Ahora que lo pienso, algo más tarde sí que tratamos de rematar la serie con un especial, pero al poco de empezar nos desanimamos y lo dejamos.
Ah, acabé leyendo de nuevo Rayos y Centellas porque, buscando otra cosa, encontré en una carpeta un dibujo de mi personaje favorito del grupo, Boris Bovril, un atildado científico soviético nacionalizado español capaz de transformarse en un gigante (o sea, era una variante de Hulk, con la diferencia de que seguía conservando su intelecto al cambiar de tamaño). Si no me falla la memoria el apellido se lo puso Javier Olivares.
Y nada, ahí está el dibujo en cuestión.