De un intercambio de e-mails con Ángeles González Sinde, guionista, directora y recién elegida presidenta de la Academia de Cine Español:
Decía David Mamet: "A algunos hombres y mujeres (no más listos que ustedes y que yo), cuyo arte puede proporcionar un deleite se les dispensa de ir por el agua o por la leña"
Esta semana a raiz de las cifras de pérdida de espectadores, y como tenía que dar respuestas a la prensa, le he dado bastantes vueltas a porqué se ensaña tanto la prensa y la gente en general con el cine español. Hay mucha agresividad ahí, pero mucha.
Quiero decir, que los zapatos o los juguetes españoles también pasan por una crisis muy gorda debido a la invasión de importaciones chinas y los titulares de los periódicos no son "los zapatos españoles no gustan" ni "los juguetes españoles son malos y el público los rechaza". Pero con el cine sí.
Creo que es por lo que dice Mamet, por la envidia y resentimiento que nuestro privilegio despierta en la gente (particularmente periodistas, columnistas y trabajadores de otros ámbitos de la cultura). Estamos dispensados de ir a por el agua o la leña.
Por otro ocurre que en la narración cinematográfica, en los actores, la gente deposita sus sentimientos. Una peli te gusta cuando la metes o se mete dentro de ti, o sea, cuando proyectas cosas de tu interior en ella y se crea una simbiosis. Los actores y por extensión los que hacemos cine, somos depositarios de los sentimientos de las personas, de los espectadores, y por lo tanto, como custodios, nos piden cuentas cada dos por tres y la relación es tan íntima y tan próxima que puedes opinar de Maribel Verdú o Resines como si los conocieras, porque en efecto los conoces desde que eras niño, y el espectador siente que hay un vínculo y una serie de obligaciones morales o sentimentales que no tienes con el que fabrica zapatos o con el que fabrica juguetes.