"La «escritura» del guión («escritura» es una palabra peligrosa que más vale utilizar en este caso con la prudencia de las comillas) es, pues, una escritura específica. Es el principio de un largo proceso de transformación y todo el proceso depende de esta forma primera. Escritura de paso, de transición, destinada a lectores enrarecidos y parcialmente atentos para los que supone una guía indispensable, es, por todas estas razones y por el hecho mismo de su difuminado, de su humildad, de su desaparición próxima, la más difícil de todas las escrituras conocidas.
Porque debe desconfiar constantemente de sí misma, de sus propias tentaciones, de sus tendencias, de sus excesos, del espejismo-literatura. El guionista debe aceptar rápidamente -sin pena alguna, todo lo contrario- que no es un novelista, sino un cineasta. Se libera así sin dolor de su complejo literario, pues está adquiriendo un saber que le envidiarán mil escritores.
Lo contrario -¡se han visto tantos fracasos!- es lo verdaderamente difícil: pasar de un día a otro de la expresión novelesca a la escritura cinematográfica. Escapar al encanto de las frases, a la seducción de las palabras, no escribir en una forma definitiva, llevar la película como en un vientre fértil, escribir para el cine: ardua empresa que tiene sus dichas y sus oscuridades. Pero un guionista no se improvisa. Más vale decirlo enseguida".
Jean-Claude Carrière y Pascal Bonitzer, de su libro "Práctica del guión cinematográfico" (Paidós, 1991).