Acabo de leer un artículo en el blog de John August haciendo recomendaciones a los guionistas norteamericanos para que aprendan a gestionar el dinero que ganan escribiendo, y se me ha ocurrido hacer la “versión española”. Así que ahí van algunas cosas que hay que recordar para ser guionista de cine y no acabar en la ruina:
-Ser contratado por un productor para escribir un guión no significa que necesariamente éste se vaya a rodar, y mucho menos que aunque se ruede, llegue a estrenarse. Teniendo en cuenta que uno de los pagos más importantes suele condicionarse al inicio del rodaje o al menos al comienzo del proceso de preproducción de la película, conviene aprender a vivir sin contar con ese dinero. Si llega, estupendo, pero las estadísticas demuestran que tienes tantas oportunidades de que eso ocurra como de que te toque un premio en la lotería de Navidad. Pasar pasa, pero casi siempre les pasa a otros.
-No hay que confiar en los plazos de pago que aparecen en el contrato. Recuerda que siempre puede ocurrir algo que impida que cobres en la fecha pactada. La empresa que tiene que pagarte puede arruinarse repentinamente (o más bien, no tener más remedio que reconocer por fin que no tiene liquidez tras llevar un tiempo ocultándolo confiando en la llegada de tiempos mejores); el productor puede perder confianza en el proyecto y decidir interrumpir los pagos acogiéndose a esa cláusula tan habitual que establece que el guionista no cobra hasta que el tratamiento, la primera versión del guión o lo que sea no esté “aceptado”; o simplemente el proyecto puede caerse en el momento en el que falla algunas de las vías que hasta ese momento garantizaban la financiación (a veces ocurre incluso a varias semanas del comienzo del rodaje, con todo el equipo contratado, o hasta con el rodaje ya iniciado). También hay productores mentirosos que sencillamente desaparecen después de encargar un trabajo, pero afortunadamente, son los menos. A mí sólo me ha pasado una vez y debo haber firmado como dieciséis o diecisiete contratos para escribir largometrajes con todo tipo de productoras.
-No conozco a ni un solo guionista que se haya forrado con el cine. Será por algo.
-Los plazos de entrega a menudo tampoco significan nada. Es muy normal que un guión que supuestamente tendrías que haber escrito en un año te acabe llevando dos. 45.000 euros parece mucho dinero si lo divides en sólo 12 meses. En 24 ya va perdiendo atractivo. Y, como decía antes, lo más probable es que solo acabes cobrando el 75% o el 80% del total. Además, a esos 45.000 hay que restarles el 15% de IRPF (6750 euros nada menos), con lo que la cifra real es en realidad 38.250.
-Si puedes permitírtelo, conviene tener siempre algo de dinero ahorrado para ser capaz de sobrevivir unos cuantos meses sin trabajar. Nadie se salva de pasar por una mala racha o de que, como está ocurriendo ahora, la enésima crisis paralice muchos proyectos que ya estaban en marcha y con los que probablemente sus guionistas contaban para llegar a fin de mes.
-Procura tener siempre otro trabajo. Si está relacionado con la escritura, mejor, pero sino, tampoco pasa nada. Lo importante es tenerlo para poder salir adelante en las épocas de sequía. En mi caso, además de escribir guiones de cine, escribo para la televisión y doy clases en varios talleres de escritura de largometrajes. Tengo suerte porque disfruto mucho con ambas cosas y mi intención es no dejar nunca ninguna de mis "profesiones", independientemente de que me vaya bien o no con los guiones de cine. Ni la televisión ni las clases son ya sólo el “otro” trabajo que tengo además de la escritura de largometrajes por si las cosas van mal. Lo malo de esta recomendación es que ese trabajo tiene que permitirte escribir cada día, y no resulta fácil encontrar empleos así. Ser un pluriempleado es muy estresante, pero a veces es la única manera de no meter la pata.
-Hablar es fácil y barato. A muchos productores y a algunos directores les encanta tener a guionistas trabajando por la cara con la promesa de que si dan con una historia que les interese, contada como a ellos les interesa (el cómo exacto no suelen tenerlo claro; se espera que el guionista acierte con el método de prueba y error, sin apenas recibir indicaciones) inmediatamente les firmarán un contrato de desarrollo. En mi experiencia eso es algo que casi nunca llega a pasar. El productor o el director indeciso no dejan de serlo nunca, y no lo tendrían claro ni aunque se cruzara en su camino un guión de William Goldman. Mi recomendación es no aceptar nunca ese tipo de “tratos” (por llamarlos de alguna manera), pero si decides hacerlo -y yo he picado alguna vez- ya sea porque crees que realmente hay alguna posibilidad de que el proyecto salga adelante o porque no tengas otra cosa que hacer, nunca hay que darle prioridad. Lo primero, los trabajos que te dan de comer.
Y eso es todo de momento. Según se me vayan ocurriendo más cosas, iré ampliando y retocando la entrada.
¡Felices fiestas a todos!