jueves, 16 de agosto de 2007

Adaptando libros al cine


*Versión corregida... con "Coen" escrito correctamente (gracias, "Sabedenada"). No sé porqué, pero cuando pienso en el apellido "Coen" siempre me viene a la cabeza con h, como el de Joel Cohen, uno de los coguionistas de "Toy Story".
El guión de cine que estoy escribiendo ahora es una adaptación de una novela. Y el libro que estoy leyendo es No es país para viejos, de Cormac McCarthy, en el que han basado los hermanos Coen su última película, aún por estrenar en España. Por eso, al estar adaptando una novela y leyendo a la vez otra que ha sido adaptada recientemente, no puedo evitar preguntarme de vez en cuando qué habrán hecho los Coen para “transformar” en cine los aspectos menos cinematográficos de No es país para viejos. Y eso que la escritura de McCarthy (al menos en este libro) se aproxima mucho a la de un guión de cine. Describe minuciosamente todas y cada una de las acciones que llevan a cabo sus personajes, y lo hace en un estilo seco, sobrio y cortante. Tan minucioso es, que a veces hasta me cuesta leerlo, como cuesta a veces leer algunos guiones (paradójicamente, muchas veces ocurre con los mejor escritos).
Este es un ejemplo elegido al azar, de la página 91: “Cogió la bolsa de nailon de la silla y se la echó al hombro y agarró de la cama la escopeta con su silenciador enorme y se la puso al brazo y cogió de nuevo el maletín. Vamos, dijo. El hombre bajó los brazos y salió al pasillo”.
Y así durante 242 páginas. Leída así, fuera de contexto, la frase suena fea, ¿no?, con tanta “y”, cuatro en un solo párrafo. Pero (entre otras cosas, como la ausencia de guiones para introducir los diálogos) este inusual uso de las conjunciones es parte importante del extraño encanto de No es país para viejos. Porque precisamente es el estilo de McCarthy, su peculiar forma de escribir, lo que, aún partiendo de una trama mil veces vista (un asesino a sueldo busca recuperar una maleta llena de dinero que ha desaparecido tras un tiroteo entre narcos), ha hecho que el libro esté tan bien considerado, al menos en Estados Unidos.
Pero si bien la pura escritura tiene elementos en común con la narración cinematográfica, la estructura de No es país para viejos es tan poco convencional que no creo que los Coen lo hayan tenido fácil. De ahí que me pregunte qué habrán hecho por Ej., con los tres puntos de vistas que McCarthy utiliza para contar la historia -especialmente con la parte narrada por uno de los personajes en primera persona, en la que no hay acción, solo reflexión, y que quizá sea la más importante-, con la aparición repentina de un personaje de relativo peso alrededor de la mitad del libro (una de esas cosas que supuestamente nunca hay que hacer en un guión de cine sino quieres que el espectador crea que estás haciendo trampas), con el largísimo epílogo, o con el clímax de la subtrama principal, que, tras 150 páginas de “calentamiento”… ¡ocurre en “off” y es narrado por un personaje más que secundario, terciario!
¿Habrán sabido los Coen encontrar equivalentes visuales a la prosa de McCarthy o se habrán limitado a ilustrar sin más la trama del libro (banalizándola inevitablemente)? ¿Tendrán entonces razón las críticas que dicen que “no va a ninguna parte” y que el argumento no está nada claro, o estaremos ante un nueva obra maestra a lo Fargo?
De momento, el casting me parece (incluyendo a Javier Bardem como el asesino Anton Chigurh) muy acertado, y el trailer promete.
El mayor peligro que corren las adaptaciones literarias en el cine, es que muchas veces, aquello que te fascinó del libro no tiene equivalente cinematográfico. En ocasiones se intenta conservar utilizando una voz en off, como si incluir retazos de la prosa original pudiera contagiar a la película de ese “algo” casi inexplicable que tenía el libro. Pero funciona pocas veces. O bien la voz en off resulta reiterativa o solo sirve para subrayar aún más el abismo formal que existe entre la obra que ha servido de punto de partida y su adaptación cinematográfica. En esos últimos casos, muchas veces las frases aisladas, sacadas de contexto, evocan un tono narrativo muy distinto al que está marcando la imagen, y resultan o bien excesivamente lapidarias o bien de una pretenciosidad sonrojante. Aunque claro, hay excepciones, sobre todo cuando se usan como contrapunto irónico a lo que se está viendo (por Ej. yo soy de los que prefiere Payback con voz en off a sin ella). Yo de momento, con “mi libro”, creo que voy a ser capaz de escribir un guión que, siendo muy fiel al material original, aunque sin ser una traslación tal cual de la novela, pude que consiga convertirse en una película con entidad propia. Aunque… ya veremos. A ver si me animo y mientras lo escribo voy hablando de las diferencias entre la narración literaria y la cinematográfica utilizando ejemplos de mi propio trabajo. Es curioso como se lee de forma muy distinta un libro cuando lo haces por puro placer a cuando tienes que trabajar con él. Afortunadamente la novela que estoy adaptando, además de ser muy buena, me gusta mucho, cosa que no me ha ocurrido siempre cuando he tenido que hacer este tipo de trabajos.