lunes, 20 de agosto de 2007

La tentación


Además de la adaptación del libro que comentaba en una entrada anterior, en estos momentos estoy escribiendo también el segundo álbum de La casa de los susurros, la serie de cómic ilustrada por Tirso Cons cuya primera entrega publicará en Francia Les Humanoides Associes a finales de este año.
En este segundo álbum aclaramos algunos de los interrogantes planteados en el primero, pero también introducimos otros nuevos que no serán contestados hasta (por lo menos) el tercero. La idea es que en cada álbum haya al menos un par de sorpresas, de giros de guión inesperados, que dejen a cuadros a los lectores.
En estos casos lo difícil no es sorprender, sino hacerlo sin contradecir nada de lo que se ha contado anteriormente. Sin por Ej. tener que sacarse de la manga un nuevo elemento que supuestamente ha estado allí desde el principio, aunque vete a saber porqué, el lector ni siquiera había intuido su presencia hasta que tú has decidido mostrárselo (como la segunda isla de Lost).

Y mientras pienso en qué contar (o no) y en cómo hacerlo, me acuerdo muchas veces de una escena de El imperio contraataca que en su momento llegó casi a obsesionarme (y yo soy de los que la vio en su estreno en el cine...). Es más o menos a media hora del final de la película. Luke decide dejar de entrenarse con Yoda en Dagobah para ir a rescatar a sus amigos y se marcha en su nave, cuando de pronto el espíritu del difunto Ben Kenobi se aparece junto a Yoda y ambos mantienen esta conversación (que copio de una de las versiones del guión que está colgada en Simply Scripts):

BEN
Ese chico era nuestra última esperanza.

YODA
(mira hacia arriba)
No. Hay otro.

Pero… ¿de quién estaba hablando realmente Yoda? ¿Seguro que se refería a Leia, que tal y como se revela posteriormente en El retorno del Jedi, resulta ser la hermana de Luke, o sea otra Skywalker con el potencial de vencer a Darth Vader? Mira que lo dudo. Entre otras cosas, resulta poco creíble que en el caso de ser así, a Ben Kenobi (que fue quién decidió ocultar a los gemelos de Anakin tras la caída de la República) no se le haya ocurrido antes que a Yoda que existía esa posibilidad. En realidad, como con tantas otros detalles de La guerra de las galaxias, supongo que ni Lucas ni sus guionistas, Lawrence Kasdan y Leigh Brackett, tenían la más mínima idea de a quién se refería Yoda. Por eso a lo mejor usaron una frase tan ambigua. “Otro” en inglés, o sea “another”, puede referirse a cualquier cosa. Así que el “otro” podía ser tanto un hombre (los fans apostábamos por Han Solo), una mujer, o no sé, un robot o un wookie.
Lo importante es que Lucas consiguió lo que quería: que durante años nos estuviéramos preguntado qué demonios había querido decir Yoda.
Lo malo es que cuando se plantean preguntas así, al final hay que responderlas, y si la respuesta es decepcionante o incoherente (que fue lo que me pareció a mi lo de Leia) el mismo fan que tanto ha disfrutado devanándose los sesos durante meses o años para hacer encajar todas las piezas del puzzle que has creado, puede acabar muy, muy cabreado. Y con razón. El lector (o el espectador) decepcionado, es como una mujer que, a los dos años de casarse, se da cuenta repentinamente de que su marido es un imbécil y se pregunta entre cabreada y deprimida en qué estaría pensando, ya no solo cuando decidió casarse con él, sino durante los años (que ahora calificará como perdidos) que han pasado juntos.
Y si a ese lector le pierdes en tu segundo capítulo, no cuentes con él para que lea el tercero.
Pero la tentación de escribir diálogos enigmáticos relacionados con aspectos de la trama que aún no tenemos claro la tenemos todos los guionistas. Sobre todo, cuando escribimos series. Todos solemos pensar que bueno, seguro que de aquí a cuando tengamos que escribir la continuación se nos ocurre una buena respuesta… Eh… ¿verdad?
Como yo sé que no, que a veces no voy a ser capaz de encontrar esa buena respuesta*, me contengo pensando en la cara de tonto que se me quedó a mi en el cine Real Cinema cuando por fin supe que Leia era hermana de Luke.
Yo, que como todos los niños de mi generación, me había sentido absolutamente identificado con Luke Skywalker, y bebía los vientos por la princesa Leia… de pronto me había visto envuelto (aunque fuera solo en mi imaginación)… ¡en un incesto!
Y no, no voy a hacer pasar a mis lectores por eso. No señor.
O por lo menos intentaré que no se note tanto…

*(Curiosamente, cuando las respuestas gustan, aunque la forma de llegar a ellas sea algo torpona, la sensación final es de satisfacción. Y si no, el último libro de Harry Potter. He disfrutado mucho leyéndolo, pero la verdad es que casi no prefiero pensar demasiado en qué pintan en la historia los "deathly hollows" del título ni el confuso papel que juega Dumbledore...).