jueves, 10 de abril de 2008

Otro punto de vista

“(…)Empezaba novelas sin parar, para llenar los huecos que me dejaban los encargos cinematográficos. Pero el impulso se extinguía por falta de confianza y disciplina, y las abandonaba con una sensación de alivio.
Escribir guiones era más fácil y daba más dinero, ya que aquella subliteratura unidimensional sólo exigía del escritor que tuviera a los personajes en movimiento. La fórmula era siempre la misma: pelear y copular. Al terminar se lo dabas a otros, que lo hacían trizas para hacer una película con los restos.
Pero cuando empezaba una novela, la responsabilidad era abrumadora. Entonces no era sólo el guionista, sino también la estrella y todos los personajes, y el director, el productor y el cámara. Si un guión no tenía éxito, se le podía echar la culpa a mucha gente, desde el director para abajo. Pero si fracasaba una novela, sólo sufría el autor”.

John Fante. Al oeste de Roma.
Editorial Anagrama, S.A. 2007
Traducción de Antonio-Prometeo Moya.