Me he parecido muy interesante esta entrada del blog de Nacho Vigalondo. Entre otras cosas dice (hablando de los estudiantes de dirección de cine): “En realidad, estas cuestiones entrevén algo preocupante en la actitud del interesado: En realidad, no está buscando un entorno donde poder formarse en una técnica, o construirse una identidad como artista o artesano: Está buscando el sitio donde su talento tenga la oportunidad ponerse en práctica y verse confirmado lo antes posible. La obsesión por las clases prácticas, la preocupación por el crédito que se te concede el último día... Revelan que el futuro alumno, en el fondo, cree que aprender, lo que es aprender... No tiene mucho que aprender, pero sí mucho que demostrar”.
En mi experiencia como profesor de guión, si bien generalmente los alumnos no parecen tan convencidos de saberlo ya todo (aunque también me he encontrado con casos así), son muchos quienes parecen sentirse únicamente interesados en averiguar dos cosas:
-La fórmula magistral cuya aplicación les permitirá escribir guiones de cine sin esfuerzo.
-Cómo conseguir vender su primer guión o, si lo que les interesa es la televisión, cómo entrar a formar parte del equipo de una serie.
Y la cuestión es que dicha fórmula magistral no existe y que no hay una sola respuesta para la segunda pregunta, sino cientos (o ninguna, dependiendo del caso).
Incluso, en los talleres de ALMA que he llevado recientemente –el primero junto a Carlos López, el segundo con Carlos Molinero-, fueron varios los alumnos que nos dejaron claro que no acababan de creerse que lo que estábamos haciendo con ellos (desarrollar la escaleta de un guión partiendo de cero, a base de, sobre todo, dejar volar la imaginación, formulando preguntas e intentando encajar las respuestas en la estructura que habíamos elegido), fuera realmente la manera en la que se escribe un guión de cine. Daba la impresión de que pensaban que por alguna extraña razón estábamos ocultándoles información fundamental que de conocerla les permitiría convertirse en profesionales del guión. Pero no. Escribir es eso. Y sólo se aprende escribiendo. Lo demás son pajas mentales (o recetas inanes de teórico que no ha escrito un guión en su vida y se gana la vida sacándole los cuartos a quienes sí quieren hacerlo). Además, como dice Nacho en su entrada, en estos talleres no solo se trata de desarrollar un cierto oficio, sino que es importante empezar a descubrir quién es uno creativamente, qué temas te interesan, cómo quieres contar tus historias, y eso sólo se descubre haciéndolo. Así que, dado que afortunadamente, escribir sigue siendo mucho más barato que rodar, si quieres ser guionista y no estás escribiendo, a lo mejor es que deberías dedicarte a otra cosa (lo que no es ni bueno ni malo; yo en los talleres cuento a menudo que hace mucho, mucho tiempo, pensé que quería ser animador, pero me bastó pasar unos días en un curso de animación y descubrir qué era la intercalación para darme cuenta de que aquello no era para mí. A veces no es sólo cuestión de talento sino de talante. No todos valemos para hacer según qué cosas por mucho que queramos).