Ahora que ya está claro que no van a grabarse más capítulos de Quart, es inevitable pensar qué podríamos haber hecho para que la serie hubiera gustado más.
Aunque a lo mejor, como sostiene otro guionista de la serie, Carlos Molinero, darle vueltas a este tema es perder el tiempo porque, en realidad, no había nada que hacer. Según él, “hay que asumir que ahora nadie quiere ver las aventuras de un cura investigador, y ya está. Hubiera dado igual que la serie fuera mejor o peor”. Algo similar me dijo días después la productora.
Y puede que tengan razón. Porque una cosa es hacer una buena audiencia con el primer capítulo y que después la serie se desplome (lo que indica que el concepto despertaba curiosidad, aunque luego decepcionara) y otra muy distinta empezar ya directamente mal, como nos ocurrió a nosotros. Así no tienes ni una oportunidad de convencer, y más si a partir del cuarto capítulo, viendo los malos resultados, te “exilian” a las 23:30 de la noche y te cambian de día.
De todas maneras, como soy un tanto obsesivo, no puedo evitar pensar en qué podríamos haber hecho mejor. Y estas son algunas de las conclusiones a las que he llegado (que espero poder aplicar en futuros trabajos):
-Si sabes que tu primer episodio es el más flojo con diferencia de los que has grabado… lo mejor es tirarlo a la basura y grabar otro totalmente distinto. Si no disfrutan con el primero, los espectadores ya no van a estar ahí para el segundo, y mucho menos para el tercero (y Quart, como se ha comentado varias veces en los comentarios de este blog, mejora mucho a partir del segundo capítulo, y más todavía del tercero en adelante; lástima que prácticamente nadie los haya visto).
-Un guión con graves problemas estructurales no se arregla “parcheándolo”. Las reescrituras, a no ser que sean muy radicales, arrastran siempre los problemas iniciales. Un cojo con una muleta sigue siendo un cojo. Aunque gracias a ella consiga caminar, nunca podrá correr.
-En televisión lo que importa es, en primer lugar, la historia, y después, las emociones que transmiten los personajes. Sacrificar legibilidad o intensidad a cambio de una supuesta espectacularidad en la puesta en escena es perder el tiempo. Prácticamente a nadie le importa si has rodado en cine o en vídeo, en decorados o localizaciones naturales, o todas las carreras que te eches con la steadycam. Ya que no contamos con grandes presupuestos, intentemos contar con grandes emociones.
-Plantear una continuación de una novela de éxito en televisión pensando que va a servirte como reclamo, es una ingenuidad. Aunque Quart no ha sido ni mucho menos un éxito, la han visto diez veces más espectadores que lectores tuvo La piel del tambor. Pero lo malo es que muchos de ellos comenzaron a ver la serie con la desagradable sensación de que, a pesar de que estaban ante el capítulo 1, habían pillado la historia empezada.
-Los “puzzles” detectivescos cuanto más sencillos, mejor. Lo que importa no es la complejidad de la investigación (que casi nadie se molesta en seguir con verdadera atención), sino lo que está en juego si esta no llega a buen puerto. Más exactamente, quién tiene algo que perder si las cosas van mal.
La verdad es que los primeros capítulos son muy difíciles. Sabes que te lo juegas todo y sin embargo muchas veces se graban cuando todavía no se tiene demasiado claro qué tipo de serie se tiene entre manos. Además, hay que presentar tantas cosas (los personajes, la trama arco) que no suele quedar mucho espacio para que la historia de ese capítulo "respire". Por eso es bastante habitual que o se descarten enteros (como pasó con el de Heroes, que ahora puede verse en la caja que recopila la primera temporada) o que se remonten incluyendo nuevas secuencias (es el caso de Perdidos). Pero a veces no se sabe reaccionar a tiempo y muchas series con gran potencial nacen heridas de muerte (como le pasó a Josh Whedon y su Firefly, con aquel aburridísimo primer episodio, que tan poco tenía que ver con lo que venía después) e incluso si consiguen sobrevivir no es gracias a su primer episodio sino casi pese a él (recuerdo ahora el horrendo debut de Babylon 5, una serie que luego me interesó mucho).
En fin… qué se le va a hacer. A mí, viendo el último capítulo, que deja todas las tramas abiertas, me ha dado pena no haber podido seguir escribiendo las aventuras de Quart. Porque además de que estoy convencido de que habríamos acabado escribiendo una serie bastante interesante, me produce una sensación extraña dejar a los personajes ahí, congelados (abandonados, en realidad) en un momento en el tiempo, esperando una resolución que nunca va a llegar.
(Y, ya que sé que hay lectores de este blog que han seguido la serie, voy a contar cómo pretendíamos acabar la primera temporada: en el capítulo 12 el ahora cardenal Aguirre y su grupo Iter Ad Deum intentarían matar al Papa durante una visita a Madrid, y, aunque solo conseguirían dejarle en coma, se las arreglarían para que la policía creyera que uno de los culpables era Quart. De esta manera, desprestigiarían también al jefe de Quart, Spada, con lo cuál Aguirre tendría mucho más fácil conseguir su objetivo final: convertirse él mismo en Papa y devolver a la iglesia a un estado preconciliar, empapado de espíritu de cruzada. En cuanto a la trama sentimental, nuestra intención era que Quart se planteara seriamente dejar de ser sacerdote para poder estar con Macarena, y que incluso llegara a decírselo a Spada. Pero, en el último momento, ella elegiría a Sangro y la situación volvería a quedar, por así decirlo, en tablas).