domingo, 12 de julio de 2009
George Sprott: (1894-1975)
George sintió como si se hubiera despertado de un largo sueño. Como si, en 1916, hubiera olvidado quien era…
…y aún así hubiera seguido adelante. Viajó al norte, publicó la revista, se casó, creó el programa de televisión, enterró a Helen.
Y entonces, un día, inesperadamente, recordó quien era y donde se suponía que debía estar.
Pero al recordar, había descubierto que ahora era un hombre muy, muy viejo.
Como si de pronto recordaras una cita, sabiendo que deberías haber estado en determinada esquina de una calle a las cuatro de la tarde…
…solo que hace 60 años.
Y que la persona con la que debías encontrarte ya había muerto de vieja.
De este cómic de Seth (y perdón por los posibles errores en la traducción):
Siempre me ha gustado todo lo que ha hecho Seth, pero George Sprott, la biografía de un presentador de televisión imaginario que supuestamente se hizo popular en los años 60 en Canadá, me parece su obra maestra. Aunque es cierto que no deja de ser una nueva vuelta de tuerca a los temas que suele tratar habitualmente (entre otras cosas: la nostalgia; la sombra que proyecta el pasado sobre el presente; el miedo que nos da enfrentarnos a los aspectos más turbios de nuestras vidas y todo lo que somos capaces de inventar para no tener que hacerlo; el ansia de construirse una identidad al precio que sea, de dejar un legado, y lo absurdo que resulta visto con las perspectiva que solo permite el paso del tiempo), esta vez, quizá porque consigue que te importe un tipo en realidad bastante desagradable, he tenido la sensación de que es imposible que Seth consiga escribir otra historia en la que todo eso esté expresado de forma más rotunda.