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jueves, 7 de julio de 2011

Mensaje de DAMA

DAMA lamenta que los acontecimientos presuntamente protagonizados por varios de los directivos de SGAE supongan un serio perjuicio para el conjunto de los autores. Un daño especialmente injusto para todos aquellos que no pertenecemos a la sociedad investigada.

Queremos recordarte que cuando creamos DAMA, lo hicimos para marcar diferencias y fijamos como principio fundamental la transparencia en la Gestión de tus derechos.

1.- En DAMA no existen, ni existirán, intereses empresariales cruzados, que puedan enturbiar la gestión de tus derechos.

2. En DAMA todos los socios tenemos el mismo derecho a voto y participamos en la toma de decisiones en igualdad de condiciones (Un socio=Un voto).

3. Nuestras  liquidaciones trimestrales de reparto de los derechos, son claras, con total identificación del origen de las cantidades recaudadas por cada obra audiovisual y su  asignación directa al autor.

4. Nuestras cuentas están Auditadas y siempre estarán a disposición de los socios que lo soliciten, sin cortapisas ni burocracias.

También queremos transmitirte, más ahora que nunca, que estamos vigilantes para defender cualquier ataque que, aprovechando la coyuntura actual, se pueda producir, desde cualquier parte, contra nuestros derechos de autor.

Enrique Urbizu
Presidente

Derechos de Autor de Medios Audiovisuales - DAMA
C/ Pelayo 76 1º dcha
28004 Madrid
Tfno: 91 702 19 84
Fax:  91 702 16 32
Mail: dama@damautor.es
Web: www.damautor.es

martes, 5 de julio de 2011

El follón de la SGAE

Pensaba escribir algo sobre lo que está pasando con la SGAE, pero se me han adelantado en Bloguionistas. Y como el Guionista HastiadoDaniel Castro ya han explicado muy bien todo lo que yo quería contar, de momento voy a limitarme a vincular sus entradas y a subir aquí las cuatro notas que pensaba desarrollar en un texto más largo:

-No todos los autores somos socios de SGAE. Ser autor no equivale automáticamente a ser socio de SGAE. Muchos cobramos nuestros derechos de autor a través de DAMA, entidad que desde su fundación ha tenido numerosos problemas con SGAE. De hecho, debido a uno de esos "problemas", yo por Ej. no he cobrado aún todo el dinero que generó en su pase por cines la película “El espinazo del diablo”, que, como algunos recordaréis, fue estrenada nada menos que en 2001.

-Los derechos de autor no los paga el público (ni el estado) sino las empresas que explotan la obra de los autores. Esto es algo fundamental que me parece que en general no se tiene demasiado claro.

-Si los miembros de la SGAE que han sido detenidos son culpables de los delitos de los que se les acusa (cosa que aún está por demostrarse), sus víctimas son los autores cuyos derechos gestionan. Endilgarles el muerto a ellos sería como culpar a alguien que ha puesto sus ahorros en un banco de la mala gestión que pueda haber hecho éste de su capital.

Para más detalles, ya sabéis, Bloguionistas.

domingo, 16 de enero de 2011

Los "privilegiados"

"A menudo se emplea el término “privilegiados” para referirse a los cineastas, cantantes y escritores de éxito. Un artista no es nunca un “privilegiado”, no puede serlo. Cada uno saca su creación y la pone ahí, en el mercado. No obliga a nadie a verla, escucharla o leerla, no está en su mano. No elige a sus espectadores, oyentes o lectores, siempre son éstos quienes lo eligen a él, libremente. Se los gana con su talento o porque tiene suerte, uno a uno, ninguno le es regalado. Sus posibilidades de fracasar son infinitamente mayores que las de triunfar. Corre su riesgo. Es privilegiado el hijo del banquero, que lo tiene todo hecho y hereda una fortuna. O el del rico empresario. Lo es más, incluso, el del zapatero, que hereda una zapatería y no parte de la nada. El artista, cualquiera que sea su origen, parte siempre de cero, jamás puede ser un “privilegiado”. Ni Ken Follett, que también se ha ganado a pulso a cada uno de sus lectores".

El escritor Javier Marías, hoy en El País Semanal.

Más, aquí.

domingo, 25 de abril de 2010

Menudo futuro

"La escritura lenta, ambiciosa, exigente, se convertirá en una hazaña de ociosidad que, como en la Edad Media, sólo estará al alcance de los ricos, que no necesitan trabajar para vivir. Ese será el progreso social que habremos conquistado. Y todo por un objeto que cuesta menos que un cartón de Ducados".

De éste artículo de Almudena Grandes.

Y lo peor es que tiene razón. Escribirán (y harán películas) solo los ricos, o los demás escribiremos para los ricos. Siglo XVII... ¡allá vamos de nuevo!

martes, 8 de diciembre de 2009

Perorata

 1.

Cuando se habla de las descargas se dice a veces que los creadores de contenidos audiovisuales debemos aceptar que trabajamos en una industria que se está quedando obsoleta y que por tanto, lo mejor que podemos hacer es ir pensando en dedicarnos a otra cosa. Y cada vez que lo leo, lo que más me sorprende es que suele salir de la boca de gente que normalmente lo que está reivindicando es su derecho a consumir lo que producimos, sólo que no está dispuesta a pagar por ello. Resulta paradójico. Nunca se habían visto tantas series, ni tantas películas. Nunca le habían importado tanto a tanta gente nuestras historias. Desde mi punto de vista, una industria obsoleta es la que produce algo que ya no le interesa a nadie o que debido a los avances tecnológicos ha dejado de tener utilidad (como yo qué sé… el carbón para calentar las casas, o soportes como el vinilo, pese a que esté volviendo). El modelo industrial sí se está quedando caduco, eso es innegable, y ya no hay quien pare las descargas, pero o encontramos una manera de que sea rentable producir todas esas series y esas películas que tanto gustan (que son y seguirán siendo carísimas, por mucha “revolución digital”) o precisamente todos esos adictos a la ficción que lo quieren todo gratis y lo quieren ya, se van a quedar en pocos años sin nada que chutarse. Puede que la solución sea que las compañías de telefonía pasen a ocupar el lugar que ahora ocupan las televisiones y los productores tradicionales, o sea, que se dediquen a generar contenidos para justificar que la gente contrate sus carísimas líneas de ADSL (de momento no tienen porque hacerlo porque la industria del audiovisual cede los suyos por la cara). Pero eso solo será posible cuando se cierren las páginas que se dedican a ofrecer contenidos de los que no son propietarios y que encima incluyen en ellas anuncios o servicios de pago con los que se lucran (que no es lo mismo que darle al gobierno el poder para cerrar cualquier página sin necesidad de tener la orden de un juez). Claro que si realmente las compañías telefónicas pasan a ser productores, ya veréis cómo de pronto no les parece tan difícil cerrar las páginas que les fastidien el negocio.

2.

Una excusa habitual entre los “descargadores” es que las películas son muy caras. Pues bien, yo me di ayer una vuelta por varias tiendas de Madrid y me traje estas películas a casa:

-Vicky, Cristina, Barcelona.
-Jarhead.

4 euros cada una.

-Disturbia.

5 euros.

En los tres casos se trata de películas que en su momento no me apeteció ver en el cine, pero oye, en casa, y por ese precio, las veo con mi pareja o amigos, acaba siendo como pagar una entrada de 2 euros cada uno o menos y de paso puedo ver también los extras.

-1941  (la edición especial de dos discos, recién editada).
11,95.

-Encuentros en la tercera fase (en Blu Ray).

12,95.

¿De veras que estos son precios caros? Encima, ahora mismo en dos o tres meses prácticamente todas las novedades acaban costando más o menos eso. Son muchos quienes dicen que se descargarían las películas por dos euros… ¿y entonces, por qué no las compran por cuatro, con su carátula, en un soporte físico (que no peta como me ha petado a mi hace un mes el disco duro de mi ordenador con todo lo que había dentro) y con extras? Pues porque si puedes ahorrarte dos euros, te los ahorras. Y ya está. Lo demás es demagogia, agarrarse a un clavo ardiendo.

Yo me bajo cosas, claro. Hay muchas películas descatalogadas, u otras que no han llegado a estrenarse en España y cuyos DVD ingleses o norteamericanos no llevan subtítulos. Pero son muy, muy pocos títulos al año. Y todas esas películas "murieron" con mi disco duro (por supuesto, además de un nuevo disco duro para mi ordenador después del pete compré un disco duro externo de no sé cuántos gigas para que no me pasen estas cosas; me gasté unos 200 euros que si no fuera porque almaceno películas en él nunca habría gastado.Me hace gracia cuando se dice en algunos foros que el canon es injusto porque la mayoría de los discos duros, DVD, etc. se compran para trabajar... vamos, ni que el 90% de la población fueran diseñadores o trabajaran editando vídeo...)

Y sí, es cierto que los guionistas no nos llevamos un duro por los DVD. Es injusto y habría que cambiarlo. Pero eso no justifica el pirateo, como he leído en la página de algún compañero. Si la industria se va a la mierda… ¿quién nos va a contratar a nosotros? ¿quién nos va a pagar? Está muy bien fantasear con llegar directamente al consumidor sin necesidad de intermediarios, pero la dura realidad es que de momento es solo eso, una fantasía. Al público mayoritario (que no somos precisamente los enterados de los blogs…) solo le interesa lo que le meten por los ojos. O sea, lo que se publicita y llama su atención. Y la publicidad requiere normalmente una inversión que está más allá de las posibilidades de quienes nos dedicamos a esto. No nos gusta, pero necesitamos a los intermediarios: a los productores, a los distribuidores, a las televisiones y a los periódicos. Radiohead pueden hacerlo (por usar el ejemplo más habitual entre los creyentes en el “yo lo hago y yo lo vendo”). Pero antes de desligarse de su discográfica Radiohead ya existían como marca reconocible en el mercado gracias a ella. Y debido a eso su iniciativa tuvo una repercusión mediática descomunal. Aún así, parece que las cifras reales de su experimento fueron bastante decepcionantes (su manager se niega a desvelarlas pero insinuaba en una entrevista reciente que esperaban  muchas más “donaciones” de las que recibieron). Así que si Radiohead no consiguieron convencer a sus fans de que pagaran por su disco, imaginaos lo que nos espera a los demás si lo intentamos.

lunes, 12 de enero de 2009

Un artículo interesante

Un artículo muy interesante que se publicó hace un par de años en The New York Times y que me ha llegado hoy a mí por e-mail (me habría gustado poder traducirlo, pero ando fatal de tiempo así que no tengo otra que subirlo en inglés):

A Great Idea Lives Forever. Shouldn't Its Copyright?
By MARK HELPRIN
Charlottesville, Va.

WHAT if, after you had paid the taxes on earnings with which you built a house, sales taxes on the materials, real estate taxes during your life, and inheritance taxes at your death, the government would eventually commandeer it entirely? This does not happen in our society... to houses. Or to businesses. Were you to have ushered through the many gates of taxation a flour mill, travel agency or newspaper, they would not suffer total confiscation.

Once the state has dipped its enormous beak into the stream of your wealth and possessions they are allowed to flow from one generation to the next. Though they may be divided and diminished by inflation, imperfect investment, a proliferation of descendants and the government taking its share, they are not simply expropriated.

That is, unless you own a copyright. Were I tomorrow to write the great American novel (again?), 70 years after my death the rights to it, though taxed at inheritance, would be stripped from my children and grandchildren. To the claim that this provision strikes malefactors of great wealth, one might ask, first, where the heirs of Sylvia Plath berth their 200-foot yachts. And, second, why, when such a stiff penalty is not applied to the owners of Rockefeller Center or Wal-Mart, it is brought to bear against legions of harmless drudges who, other than a handful of literary plutocrats (manufacturers, really), are destined by the nature of things to be no more financially secure than a seal in the Central Park Zoo.

The answer is that the Constitution states unambiguously that Congress shall have the power to promote the Progress of Science and useful Arts, by securing for limited Times to Authors and Inventors the exclusive Right to their respective Writings and Discoveries. (The italics are mine, the capitalization was likely James Madison's.)

It is, then, for the public good. But it might also be for the public good were Congress to allow the enslavement of foreign captives and their descendants (this was tried); the seizure of Bill Gates's bankbook; or the ruthless suppression of Alec Baldwin. You can always make a case for the public interest if you are willing to exclude from common equity those whose rights you seek to abridge. But we don't operate that way, mostly.

Furthermore, one should not envy the perpetrators of sensationalist trash, but rather admire them, in the hope that someday, somehow, without prostituting, debasing and degrading oneself while recklessly destroying what is left of the literary culture, one might enjoy a fraction of their wealth. They represent, however, only a small fraction of writers, and their good fortune is a poor excuse for seizing either their property or that of their leaner colleagues.

And Barnes & Noble is able to publish price-reduced non-copyrighted works not so much because it saves the 10 percent to 15 percent of revenue that would go to the gruel-eating authors, but because it saves the 50 percent that would go to the publishers. Booksellers that publish their own titles benefit not from escaping the author's copyright, but the previous publisher's exercise of a grant of rights (limited, authors take note, to 35 years). Freeing a literary work into the public domain is less a public benefit than a transfer of wealth from the families of American writers to the executives and stockholders of various businesses who will continue to profit from, for example, The Garden Party, while the descendants of Katherine Mansfield will not.

Absent the government's decree, copyright holders would have no exclusivity of right at all. Does not then the government's giveth support its taketh? By that logic, should other classes of property not subject to total confiscation therefore be denied the protection of regulatory agencies, courts, police and the law itself lest they be subject to expropriation as payment for the considerable and necessary protections they too enjoy? Should automobile manufacturers be nationalized after 70 years because they depend on publicly financed roads? Should Goldman Sachs be impounded because of the existence of the Securities and Exchange Commission?

Why would the framers, whose political genius has not been exceeded, have countenanced such an unfair exception? Jefferson objected that ideas are, "like fire, expansible over all space, without lessening their density at any point, and, like the air in which we breathe, move and have our physical being, incapable of confinement or exclusive appropriation".

But ideas are immaterial to the question of copyright. Mozart and Neil Diamond may have begun with the same idea, but that a work of art is more than an idea is confirmed by the difference between the "Soave sia il vento" and "Kentucky Woman." We have different words for art and idea because they are two different things. The flow and proportion of the elements of a work of art, its subtle engineering, even its surface glosses, combine substance and style indistinguishably in a creation for which the right of property is natural and becoming.

And in Jefferson's era 95 percent of the population drew its living from the land. Writers and inventors were largely those who obtained their sustenance from their patrimony or their mills; their writings or improvements to craft were secondary. No one except perhaps Hamilton or Franklin might have imagined that services and intellectual property would become primary fields of endeavor and the chief engines of the economy. Now they are, and it is no more rational to deny them equal status than it would have been to confiscate farms, ropewalks and other forms of property in the 18th century.

Still, it is the express order of the Constitution, long imprinted without catastrophe upon the fabric of our history. But given the grace of the Constitution it is not surprising to find the remedy within it, in the very words that prohibit the holding of patents or copyrights in perpetuity: "for limited Times".

The genius of the framers in making this provision is that it allows for infinite adjustment. Congress is free to extend at will the term of copyright. It last did so in 1998, and should do so again, as far as it can throw. Would it not be just and fair for those who try to extract a living from the uncertain arts of writing and composing to be freed from a form of confiscation not visited upon anyone else? The answer is obvious, and transcends even justice. No good case exists for the inequality of real and intellectual property, because no good case can exist for treating with special disfavor the work of the spirit and the mind.

Mark Helprin, a fellow at the Claremont Institute, is the author of, among other works, "Winter's Tale".

miércoles, 4 de abril de 2007

Algunos links

Un nuevo tema de Ojetecalor en la página de Paramount Comedy.

El guionista Steven Grant habla sobre cómo afectan las descargas a las ventas de cómics en Estados Unidos.

jueves, 29 de marzo de 2007

James Cameron va a salvar a la industria del cine

Una conversación con un amigo guionista:

A: Lo de la música está claro. Diga lo que diga la SGAE, la música no se va a “morir”. Aunque no se vendan discos, los músicos podrán vivir de las actuaciones en directo.

B: En realidad, es lo que llevan haciendo la mayoría toda la vida. El porcentaje que se llevan los músicos de la venta de un CD es una mierda.

A: Hombre, si eres Madonna, por poco que te lleves, si vendes tu CD en todo el mundo, esa “mierda” acaba siendo una pasta.

B: Eso es verdad. Pero tal y como están las cosas, dentro de nada la venta de CD no le va a servir a nadie para vivir de la música. Ni siquiera a Madonna. Por eso las compañías de discos están hablando de empezar –si es que algunas no lo están haciendo ya- a llevarse parte de los beneficios de las giras. Y tiene cierto sentido. Si los conciertos de los grupos se llenan es porque antes las discográficas les han hecho populares. De ahí a que los CD se descarguen gratis de Internet hay solo un paso. Porque claro, cuanta más gente se los baje y los conozca, más posibilidades hay de que la gira posterior sea un éxito.

A: ¿Pero con el cine qué pasa? Si la gente no paga por ver las películas en el cine y no se compra los DVD, no va a haber Dios quién las financie.

(en este momento nos enredamos hablando de cómo se financian las películas en España, especialmente sobre el excesivo poder de las televisiones, que al final son quienes deciden qué se rueda o no en este país; pero ese tema casi lo dejo para otra entrada)

B: La verdad es que no tengo ni idea de lo que va a pasar. Aunque no sé… a lo mejor la solución la tiene James Cameron.

A: ¿Por qué?

B: Para que la gente vaya al cine, el cine tiene que ofrecer una experiencia que no pueda reproducirse en casa por la cara.

A: Como que es lo mismo ver una peli en casa por muy grande que sea tu tele a verla en un buen cine…

B: Eso es lo que pensamos tú y yo, pero a la mayoría de la gente le da lo mismo. ¡Joder, si vamos a acabar viendo películas en las pantallas de los móviles! Bueno, la cuestión es que James Cameron va a rodar su próxima película, Avatar, en 3D. Y dice que ese va a ser el cine de la segunda mitad del siglo XXI.

A: ¡¿3D?! ¿Con las gafas? ¿Pero eso ya se hizo en los años 70, no? Y se veía como el culo.

B: Sí, pero parece que la tecnología 3D ha avanzado mucho y que lo que puede hacerse ahora está a años luz de aquello.

A: Pues a ver si es verdad. Aunque seguro que a los cinco o seis años Sony saca un aparato para ver las películas en 3D en casa. Y vuelta a empezar.

B: Ya te digo.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Otra opinión

Me escribe David Bravo, abogado y colaborador de NST, para comentar el mensaje de Jorge Iglesias que colgué aquí hace unos días (además, os recomiendo que visitéis la página de David para leer su opinión sobre el artículo de Arcadi Espada del que se hablaba en los comentarios a dicho mensaje):

Creo que el debate está mal enfocado. La realidad es que las descargas de Internet existen y que las realizan millones de personas en todo el mundo. La realidad es, también, que dentro de muy poco tiempo (y cuando digo poco, quiero decir meses) saldrán programas que harán absolutamente imposible lo que hoy ya es muy difícil: perseguir y frenar la descarga masiva de obras intelectuales a través de Internet. Ese es el panorama actual y todos los debates que giren en torno a que está muy mal o que está muy bien no cambiarán ese hecho. La persecución legal de los usuarios, independientemente de lo deleznable que nos pueda parecer a muchos o de lo justa que sea para otros, es, y sobre eso parece que todas las partes están de acuerdo, ineficaz.

Ante esa situación sólo cabe la aceptación del momento tecnológico en el que vivimos, del uso que los ciudadanos hacen de esa tecnología y de la necesaria adaptación de la industria a esa nueva realidad que les ha tocado vivir.

Esa adaptación es tan necesaria como lo fue para los que trasportaban el hielo en vigas cuando apareció el frigorífico, como lo fue la de los conductores de coches de caballos cuando apareció el coche de motor o como lo fue la de los trabajadores de los telares manuales cuando se inventaron los telares mecánicos. La molestia y desconcierto de todos ellos ante los nuevos avances tecnológicos es tan comprensible como inútil.

La propia industria del disco nace asesinando trabajos. Antes de ella, solo podía accederse a la música oyéndola en vivo. Tan importante era este tipo de comunicación pública que en su momento era el núcleo fundamental de las leyes de Propiedad Intelectual. Nuestra ley de 10 de Enero de 1879 le dedicaba una sección de siete artículos a las obras dramáticas y musicales y el Reglamento de 3 de septiembre de 1880, que la desarrollaba, dedicaba uno de los dos títulos que lo componían a los teatros y a las obras dramático musicales.
Ese núcleo fundamental de la propiedad intelectual que era la comunicación pública en vivo, cambió cuando se popularizó el gramófono que llevaba la música de los teatros a los hogares. Probablemente, los dueños de un negocio montado sobre la base ayer firme del directo, vieron en esta industria incipiente algo muy parecido a un pirata que ponía en la calle a miles de trabajadores honrados que se dedicaban a organizar espectáculos y que ahora quedaban relegados a un segundo plano. Los negocios y los pilares mismos de la propiedad intelectual tuvieron que cambiarse por completo y adaptarse a la nueva realidad que supuso el nacimiento y consolidación de la industria discográfica.
La industria discográfica y cinematográfica lleva décadas oponiéndose a los nuevos avances tecnológicos que la obligan a cambiar su modelo de negocio tal y como ellos habían hecho con el modelo de negocio de los dueños de los teatros. El “monstruo de Internet” ha tenido muchas caras a lo largo de la historia y, para algunos, la primera de todas ellas fue la de la misma industria discográfica.
Ese monstruo ya estuvo encarnado en 1908 por un nuevo invento que consistía en un sistema de cartuchos perforados que mediante un determinado dispositivo tocaba música automáticamente. La editora musical White—Smith demandó a Apollo Co, responsable de esta nueva amenaza que acabaría con la música y que, en aquel momento, rompía las reglas del juego.
Poco después, en los años 20, los intérpretes de vaudeville iniciaron acciones legales contra Marconi por inventar otro monstruo: la radio.
En la década siguiente, los 30, se inventó la radio FM. Las discográficas, que habían hecho todo tipo de inversiones en la AM, iniciaron fortísimas medidas de presión que terminaron con Amstrong, inventor de la radio FM, saltando desde el piso trece de un edificio. Pese a todo, la radio FM siguió finalmente su camino dominando las ondas.
En la década de los 40 el nuevo enemigo se llamó “televisión” y los estudios de cine la trataban con el mismo temor y menosprecio con el que hoy se refieren a Internet. Seguramente la discusión sobre si se valoraría el cine al poder verlo gratis desde el sofá de tu casa, ya empezó en esos años.
A finales de los 50 las editoriales cargaron contra las primeras fotocopiadoras que permitían copias masivas de sus productos.
Cuando en los años 70 comenzó a generalizarse la práctica de la copia de casetes, la industria hizo todo lo posible por frenar tan peligrosa costumbre. A los que hoy seguimos de cerca la persecución de las copias hechas desde Internet, la campaña que se hizo para frenar a las de casete nos resulta familiar. En ella se incluían dos tibias cruzadas y un sucinto mensaje: “Las grabaciones caseras están matando la música”.
En los 80, la industria del cine se opuso judicialmente a la aparición del vídeo casero alegando que estrangularía, en palabras del presidente de la MPAA, a toda la industria. El abogado de una multinacional dijo al Tribunal Supremo que los vídeos “constituían una industria de mil millones de dólares basada en la apropiación de la propiedad de otra persona”. Sony, inventor de ese nuevo monstruo, ganó en el Supremo y el vídeo casero siguió su camino. El mismo camino en el que Sony, ahora muy introducida en el negocio de los contenidos, se interpone cuando se habla de Internet. Hoy en día la venta de cintas y de DVD es el negocio más rentable de la industria cinematográfica, suponiendo el 63% de sus ingresos.
Echando la vista atrás, parece absurdo que alguien pudiera oponerse a inventos que, hoy en día, son de uso absolutamente cotidiano, como, muy probablemente, se verá dentro de una década la actual batalla por las descargas de la Red.
Hay otro denominador común: en todos los casos descritos la industria no tuvo otro remedio que adaptarse a los nuevos tiempos. Eso mismo debe hacer ahora si quiere sobrevivir.
Ya se están dando pasos en ese sentido. La industria sabe bien que la única forma de ganar la batalla es, precisamente, no batallando e intentando subirse al carro. Teddy Bautista, que no es precisamente sospechoso de estar muy de acuerdo con mis tesis, ha dicho que “contra la piratería en la Red es imposible luchar, ya que se extiende como una mancha de aceite y lo que debemos hacer es tratar de adaptar la industria discográfica a esa realidad”.

No se trata de que se trabaje gratis, sino que ahora ese trabajo se habrá de ver remunerado, forzosamente, de otra manera y por otras vías que no pueden ser ya las mismas que hace años. No es que se exija un cambio de modelo de negocio, como algunos han creído, sino que simplemente se señala que o se hace o, lamentablemente, muchos se quedarán en el camino. Que ya no estamos en los años 80, no lo decimos nosotros, lo dice el calendario.
Cierto es, como bien dice Jorge Iglesias, que para que exista un modelo de negocio es necesario que exista gente que pague. Pero ese pago puede hacerse de diversas maneras y no tiene por qué ser por el acceso directo al contenido. Si se invirtiera el mismo dinero y tiempo en buscar y aplicar vías alternativas de remuneración en lugar de intentar parar el agua que atraviesa una canasta de baloncesto, se avanzaría más. Schlachter, en su libro The Intellectual Property Renaissance in Cyberspace. Why Copyright Law Could Be Unimportant on the Internet, señaló hasta nueve vías distintas de remuneración de artistas, autores y productores. Estas vías, algunas sólo aplicables al software, no son la venta directa del producto, sino vías indirectas como “la publicidad, la esponsorización, las ventas a prueba, la venta de actualizaciones, la venta de tecnología complementaria que haga posible el disfrute de las obras, la venta de objetos físicos relacionados con las obras, la prestación de servicios técnicos de reparación y apoyo, la compra y venta de información sobre las preferencias de los consumidores y la formación de grupos consumidores potenciales con una fuerte identidad”.
William Fisher, profesor de Harvard, plantea otro modo de remuneración para las descargas. Tal y como lo enuncia Lawrence Lessing en Free Culture: “Fisher sugiere una forma muy ingeniosa para esquivar el callejón sin salida en el que halla Internet. De acuerdo con su plan, todos los contenidos susceptibles de transmitirse digitalmente serían (1) marcados con una huella digital (no importa lo fácil que es evitar estas marcas; ya veremos que no hay incentivos para hacerlo). Una vez que los contenidos han sido marcados, los empresarios desarrollarán (2) sistemas que controlen cuántos ejemplares de cada contenido se distribuyeron. A partir de estos números, (3) después se compensará a los artistas. La compensación sería pagada por un (4) impuesto al efecto [...] La propuesta de Fisher es muy similar a la propuesta de Richard Stallman para DAT. A diferencia de la de Fisher, la propuesta de Stallman es pagar a los artistas de un modo directamente proporcional, aunque los artistas más populares recibirían más que los menos populares. Como es típico en Stallman, su propuesta se adelanta al debate actual en algo así como una década”.
Según el libro El Derecho de Autor en Internet, Warner Bros mantuvo un sitio web desde el que se podía acceder gratuitamente a obras en formato DVD dejando la posibilidad de pagar una suscripción a cambio de recibir servicios de valor añadido como entrevistas o imágenes del rodaje. El acceso gratuito se presenta así no solo como compatible con el acceso de pago, sino incluso como su promotor.
El cambio de modelo se está iniciando de manera tímida. A finales de 2005, el sello discográfico Faktoría D empezó a distribuir discos en Madrid y Barcelona que no tenían ningún coste para el comprador. La forma de financiarse y conseguir beneficios era que el libreto de los CDs tenía publicidad inserta en sus páginas.
Esta vez no es una discográfica independiente, sino que es Universal Music, la discográfica más grande del mundo, la que en Agosto de este año anunció que pondría a disposición del público todo su catálogo gratis en Internet. Su financiación vendría igualmente por medio de la publicidad. Poco después de esta noticia, EMI anunció que haría lo mismo que Universal y pondría igualmente todo su catálogo gratis en Internet. Hay que tener en cuenta que entre estas dos discográficas se reparten casi la mitad del mercado discográfico de todo el mundo.
La fórmula de Universal y EMI no es novedosa sino que sigue la estrategia de Disney y ABC que, al ver que los episodios de sus series de más éxito se intercambiaban al poco tiempo en Internet, decidieron ponerlas ellos mismos en la Red con interrupciones publicitarias. A la mañana siguiente de su emisión en televisión, los propios titulares de los derechos ponen gratis en Internet series como Perdidos y Mujeres Desesperadas.

Es indiscutible que cada cual puede opinar lo que quiera sobre este asunto. La industria puede pensar que las descargas están mal o que no deberían poder hacerse. Pero si mientras se quejan por algo que ya es inamovible intentan reformar su negocio, tanto mejor para ellos.

martes, 27 de marzo de 2007

Descargas legales

En un comentario, Kano alerta sobre la existencia de esta página (yo al menos es la primera noticia que tengo sobre ella; de momento parece que sólo puede bajarse cine español):

http://www.filmotech.com/egd/

Más sobre los derechos de autor

Una entrevista con el escritor Jonathan Lethem sobre el peliagudo tema de los derechos de autor, que al menos a mi me ha dado bastante que pensar. Para poder leerla antes hay que ver un anuncio, pero merece la pena. El link lo he visto en el siempre interesante blog del dibujante Eddie Campbell (From Hell).

lunes, 19 de marzo de 2007

La otra cara de la moneda

Al mismo tiempo que nuestros gobernantes se dedican a fomentar medidas absurdas para, supuestamente, apoyar a los autores (penalizando siempre al consumidor), no se hace nada realmente útil, pero nada de nada, para que puedan seguir viviendo de su trabajo.
Lo siguiente lo escribió el director Jorge Iglesias en un intercambio de e-mails reciente entre algunos amigos guionistas, y me parece que refleja de forma bastante acertada la situación actual:


Pues sí, la cosa está pero que muy triste. Pero me temo que esto ya es imparable.
Últimamente he mantenido un par de “discusiones” por e-mail en foros varios sin ninguna relación con el audiovisual sobre el tema de derechos de autor y la inmensa mayoría de la peña está convencida de que el “todo gratis” es estupendo y fenomenal. Y que los autores, productores, distribuidores y taquilleros pretendan cobrar por su trabajo es poco menos que una aberración.
Así está el patio, compañeros. El “peterpanismo” y el izquierdismo bienpensante campan por doquier, dictando que “la cultura” es un bien universal por el que “nadie debería pagar”. Como si no pagaran todos los días un pastón a Telefónica por su conexión de banda ancha...
Lo peor de todo es que eso no hay ley que lo arregle. Nuestra única salvación sería que se encontrara un sistema de difusión tecnológicamente impirateable. Vamos, una utopía.
Además, aunque se consiguiera parar el tema de las descargas gratuitas, el daño gordo ya está hecho. Porque el acceso masivo y gratuito a toda forma de cultura popular ha producido una devaluación bestial de todos los productos culturales. Cuando tienes 1000 discos o 1000 pelis gratis en tu disco de ordenador, ninguna tiene demasiado valor. Ninguna te ha costado el más mínimo esfuerzo. Ninguna te ha generado la más mínima ansiedad por tenerla.
Para colmo, como bien dice Carlos, los únicos que se salvan en este panorama son los “grandes nombres”. Aquellos que tienen detrás suyo un aparato mediático y de marketing suficientemente potente como para convertirse en “evento”. Pero la creación independiente cada vez lo tiene más jodido.
Sólo en el campo de la música, que fue el primero en sufrir el puñetazo, han desaparecido en los últimos 3-4 años la mitad de las discográficas madrileñas independientes que yo conozco, la mayoría con 20 años de historia a sus espaldas. Y la media docena de amiguetes músicos que iban tirando con sus ventas de 5.000-10.000 discos al año han dejado también de publicar nuevos discos y se dedican en su mayoría a curros de encargo u otros oficios que nada tienen que ver con la música. Los más valientes y que optaron en su día por la autoproducción y autodistribución han visto como sus trabajos no llegaban a vender ni 500 unidades. Eso sí, en el emule estaban disponibles el mismo día de ser publicados.
Esto es el fin, muchachada...

El canon

Esta es la primera carta que he enviado a un periódico en mi vida. Normalmente me parece que es perder el tiempo. Pero después de leer el artículo que apareció publicado este domingo en El País sobre el tema del canon que van a tener que pagar las bibliotecas, no he podido contenerme:


Me he quedado helado al descubrir que las bibliotecas (o en palabras de la ministra de Cultura “los titulares de esos establecimientos”) se van a ver obligadas en un futuro inmediato a pagar 20 céntimos por cada libro que presten. Me temo que no hay que saber mucho del mundo en el que vivimos para intuir que una medida así no va a ayudar precisamente a que las bibliotecas lleven a cabo su imprescindible labor de difusión de la cultura.
En mi caso, no sé qué habría hecho de niño y adolescente de no existir la biblioteca municipal de Usera. Mis padres me compraban todos los libros y los cómics que podían, pero ninguna familia obrera con tres hijos como era la mía hubiera podido gastarse lo que costaban los dos libros (como mínimo) que yo leía gratis cada semana gracias a qué existía aquella biblioteca. De hecho, no sé si habría acabado dedicándome a mi profesión actual, guionista de cine y televisión, si mi madre no me hubiera acompañado cuando tenía 10 o 11 años a “sacarme” aquel carnet milagroso que te permitía poder llevarte a casa varios libros sin pagar por ellos. Tampoco sé si hubiera leído las novelas de Philip K. Dick, Isaac Asimov, Stephen King, John Wyndham o William Golding, ni los cómics de Hermann o Jean-Claude Mézieres, que tanto significaron para mi entonces y que sin duda alimentaron mi vocación de “contador” de historias.
Ahora, salvo para intentar encontrar algún título descatalogado, ya no visito prácticamente nunca las bibliotecas municipales. Ahora compro los libros. Porque si algo nos caracteriza a los lectores compulsivos es que, cuando podemos permitírnoslo, nos gusta tener los libros, ordenarlos, mirarlos, sentir que nos pertenecen, y no sólo en un sentido metafórico.
Incluso, ay, compro más libros de los que puedo leer.
Pero desde luego, siento una gran tranquilidad al saber que, aunque las cosas me vayan mal, gracias a las bibliotecas podré seguir leyendo.
Espero que la avaricia no ciegue a todos aquellos que han decidido resarcirnos a los autores por la violación de unos derechos que la mayoría de nosotros nunca hemos querido reivindicar, y que comprendan que, entre otras muchas cosas, las bibliotecas son “fábricas” de lectores. Somos muchos los que gracias a ellas nos contagiamos del virus de la lectura. Colaborar con una medida así es tirar piedras contra su propio tejado.
La verdad, me encantaría saber que cualquiera de las películas que he escrito (y por las que ya he cobrado) están disponibles en el servicio de préstamo de una biblioteca, que siguen “vivas” porque alguien las está disfrutando.
Gratis.
Como tiene que ser.