Al mismo tiempo que nuestros gobernantes se dedican a fomentar medidas absurdas para, supuestamente, apoyar a los autores (penalizando siempre al consumidor), no se hace nada realmente útil, pero nada de nada, para que puedan seguir viviendo de su trabajo.
Lo siguiente lo escribió el director Jorge Iglesias en un intercambio de e-mails reciente entre algunos amigos guionistas, y me parece que refleja de forma bastante acertada la situación actual:
Pues sí, la cosa está pero que muy triste. Pero me temo que esto ya es imparable.
Últimamente he mantenido un par de “discusiones” por e-mail en foros varios sin ninguna relación con el audiovisual sobre el tema de derechos de autor y la inmensa mayoría de la peña está convencida de que el “todo gratis” es estupendo y fenomenal. Y que los autores, productores, distribuidores y taquilleros pretendan cobrar por su trabajo es poco menos que una aberración.
Así está el patio, compañeros. El “peterpanismo” y el izquierdismo bienpensante campan por doquier, dictando que “la cultura” es un bien universal por el que “nadie debería pagar”. Como si no pagaran todos los días un pastón a Telefónica por su conexión de banda ancha...
Lo peor de todo es que eso no hay ley que lo arregle. Nuestra única salvación sería que se encontrara un sistema de difusión tecnológicamente impirateable. Vamos, una utopía.
Además, aunque se consiguiera parar el tema de las descargas gratuitas, el daño gordo ya está hecho. Porque el acceso masivo y gratuito a toda forma de cultura popular ha producido una devaluación bestial de todos los productos culturales. Cuando tienes 1000 discos o 1000 pelis gratis en tu disco de ordenador, ninguna tiene demasiado valor. Ninguna te ha costado el más mínimo esfuerzo. Ninguna te ha generado la más mínima ansiedad por tenerla.
Para colmo, como bien dice Carlos, los únicos que se salvan en este panorama son los “grandes nombres”. Aquellos que tienen detrás suyo un aparato mediático y de marketing suficientemente potente como para convertirse en “evento”. Pero la creación independiente cada vez lo tiene más jodido.
Sólo en el campo de la música, que fue el primero en sufrir el puñetazo, han desaparecido en los últimos 3-4 años la mitad de las discográficas madrileñas independientes que yo conozco, la mayoría con 20 años de historia a sus espaldas. Y la media docena de amiguetes músicos que iban tirando con sus ventas de 5.000-10.000 discos al año han dejado también de publicar nuevos discos y se dedican en su mayoría a curros de encargo u otros oficios que nada tienen que ver con la música. Los más valientes y que optaron en su día por la autoproducción y autodistribución han visto como sus trabajos no llegaban a vender ni 500 unidades. Eso sí, en el emule estaban disponibles el mismo día de ser publicados.
Esto es el fin, muchachada...