...Es Pop Narrativa.
Yo ya he leído "Acero" y está bastante bien. Merece la pena. Además... ¿no os suena de algo la chica de la portada?:
Si queréis ver a Ana Villa en mi corto, El último día, pinchad aquí.
Más información sobre Es Pop Narrativa, aquí.
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martes, 23 de febrero de 2010
domingo, 10 de enero de 2010
Otra película sobre la guerra civil.
"Por fortuna, no fue así (o eso espero), y la razón fundamental de que no fuera así residió en que en el fondo esa novela no trataba sobre la guerra civil sino sobre un perfecto idiota intelectual español que, como todo perfecto idiota intelectual español, al principio piensa que la guerra civil es algo tan ajeno y tan remoto para él como la batalla de Salamina y al final descubre lo evidente, y es que el pasado no pasa nunca, que el pasado es el presente o la materia de la que está hecho el presente y que, nos guste o no, nada de lo que somos se entiende sin la guerra civil porque la guerra civil es nuestro mito fundacional. ¿Habrá que repetir lo obvio? Pues que lo repita Juan Benet, que no puede impedirlo: “La guerra civil fue, sin duda alguna, el acontecimiento histórico más importante de la España contemporánea y quién sabe si el más decisivo de su historia. Nada ha conformado de tal manera la vida de los españoles del siglo XX y todavía está lejos el día en que los hombres de esta tierra se puedan sentir libres del peso y la sombra que arroja todavía aquel funesto conflicto”. El fragmento citado es de 1976; desde entonces han cambiado muchas cosas, pero estoy seguro de que, si estuviera vivo, Benet no modificaría más que la última parte de la última frase, tal vez quitando uno de los dos “todavía”".
Un extracto de este magnífico artículo de Javier Cercas. Habla de libros, pero podría estar hablando de cine.
Un extracto de este magnífico artículo de Javier Cercas. Habla de libros, pero podría estar hablando de cine.
lunes, 16 de noviembre de 2009
No aparece solo, no...
(…) En aquel momento tanto Blaylock como yo estábamos escribiendo cada uno una novela interminable sin planificar de la que cada uno creo que llegamos a escribir como unas 100.000 palabras. Y no teníamos ningún plan en absoluto, lo único que hacíamos era cada día o cada pocos días prolongar la escena que estábamos escribiendo. Hacer que los personajes cayeran por un agujero o que fueran disparados o que fueran a cenar. ¡Seguimos pensando que si seguíamos adelante de esa manera acabaría por aparecer un argumento! Y por fin nos dimos cuenta de que llevábamos haciéndolo el suficiente tiempo como para que estuviera claro que así no aparecería ningún argumento. Estábamos engañados porque los libros de verdad parecían muy espontáneos. Parecía que eran así solo porque los personajes deciden hacer esto y luego lo otro. Pensábamos que así era como realmente se hacían los libros (…).
El escritor Tim Powers, de esta entrevista.
Y si cuando escribes una novela resulta imprescindible trazar un mapa indicando el camino que vas a seguir, no digamos ya cuando intentas escribir un guión de cine. Pero cuando empiezas, lo normal es no darse por enterado hasta que no escribes muchas páginas de historias que no van a ninguna parte y terminan en la basura. Dependiendo de cómo sea la forma de trabajar del escritor/guionista (también de su capacidad para improvisar soluciones cada vez que se encuentra con un problema o de su descaro para obviarlos), o de la complejidad de la obra que esté escribiendo, el mapa puede ser muy esquemático o muy detallado, pero sin él, lo más fácil es perderse.
El escritor Tim Powers, de esta entrevista.
Y si cuando escribes una novela resulta imprescindible trazar un mapa indicando el camino que vas a seguir, no digamos ya cuando intentas escribir un guión de cine. Pero cuando empiezas, lo normal es no darse por enterado hasta que no escribes muchas páginas de historias que no van a ninguna parte y terminan en la basura. Dependiendo de cómo sea la forma de trabajar del escritor/guionista (también de su capacidad para improvisar soluciones cada vez que se encuentra con un problema o de su descaro para obviarlos), o de la complejidad de la obra que esté escribiendo, el mapa puede ser muy esquemático o muy detallado, pero sin él, lo más fácil es perderse.
lunes, 9 de noviembre de 2009
Miedo
(...) para que no les ocurriera lo que les ocurre a las parejas, que siempre se dejan cuando están demasiado cargadas de un estilo de vida propio, un estilo que no se parece a nada más que a sí mismo, sí, las parejas se dejan en el momento en que están más cargadas de vida, de cotidianidad, de belleza, por plano y aburrido que sean ese estilo de vida propio, esa cotidianidad y esa belleza, se dejan cuando están en el más alto grado de potencia humana concebible, en efecto las parejas se asustan por tal perfección, se separan y generan una ruina, un lugar ya solo soñado, una complejísima zona de afectos, lazos, odios, entendimientos, objetos, experiencias que para siempre ya será inhóspita para el mundo ya que nadie la conocerá jamás, y por eso ella y yo sabíamos que una vez realizado el Proyecto que nos había llevado hasta allí tras un año de continua gestación y trabajo y estudio, sería también nuestro fin y pasaríamos al estado de ruina, a lo inhóspito (...).
De Nocilla Lab, de Agustín Fernández Mallo (Alfaguara, 2009), una novela que aún no he terminado de leer pero que, más allá de su afan experimental (por Ej. se cierra con un cómic ilustrado por Pere Joan) me recuerda mucho a ciertos libros de Juan José Millás. De hecho, creo que el párrafo anterior no estaría fuera de lugar en Laura y Julio.
*Esta mañana, mientras venía al trabajo en el tren, he terminado de leerlo. La primera parte, en la que del tirón, sin párrafos ni puntos (ni seguidos, ni aparte, ni un punto) Fernández Mallo reflexiona sobre la vida, el amor, la muerte, la creación, etc. sobre un hilo argumental bastante tenue, me ha parecido muy interesante; pero con la segunda, en la que más o menos viene a contar una “historia”, he empezado a aburrirme y, si he seguido adelante ha sido porque soy incapaz de dejar un libro cuando me quedan tan pocas páginas para llegar al final. Que pena que al final tanta brillantez esté al servicio de una excusa narrativa como de corto de recién licenciado en Bellas Artes (y sé de lo que hablo; yo fui uno de esos licenciados).
De Nocilla Lab, de Agustín Fernández Mallo (Alfaguara, 2009), una novela que aún no he terminado de leer pero que, más allá de su afan experimental (por Ej. se cierra con un cómic ilustrado por Pere Joan) me recuerda mucho a ciertos libros de Juan José Millás. De hecho, creo que el párrafo anterior no estaría fuera de lugar en Laura y Julio.
*Esta mañana, mientras venía al trabajo en el tren, he terminado de leerlo. La primera parte, en la que del tirón, sin párrafos ni puntos (ni seguidos, ni aparte, ni un punto) Fernández Mallo reflexiona sobre la vida, el amor, la muerte, la creación, etc. sobre un hilo argumental bastante tenue, me ha parecido muy interesante; pero con la segunda, en la que más o menos viene a contar una “historia”, he empezado a aburrirme y, si he seguido adelante ha sido porque soy incapaz de dejar un libro cuando me quedan tan pocas páginas para llegar al final. Que pena que al final tanta brillantez esté al servicio de una excusa narrativa como de corto de recién licenciado en Bellas Artes (y sé de lo que hablo; yo fui uno de esos licenciados).
lunes, 28 de septiembre de 2009
El correo del zar

Creo que esta es una de las páginas de cómic que más me ha impresionado en mi vida. También me parece que el tebeo del que forma parte, la versión de Miguel Strogoff de la colección Joyas literarias juveniles, es una de las historias que más veces he leído. Aprovechando que ha sido reeditado hace muy poco, lo he comprado hoy mismo en un kiosko. Me hacía ilusión volver a tenerlo (se lo presté al amigo cuando era niño junto al resto de la colección y jamás me lo devolvió) pero no pienso leerlo. Prefiero conservar intacto el recuerdo de las intensísimas emociones que me produjo en mi infancia. Me conformo con echarle un vistazo y hacerle un sitio en la estantería.

jueves, 27 de agosto de 2009
El lado oculto de la Luna
"(…) Asumimos que el tío Sam recompensó maravillosamente a los guerreros de un solo combate que se la jugaron de esa manera e hicieron una de las cosas más extraordinarias que cualquiera de nosotros pudiera imaginar. Pero no. En absoluto. Cuando fueron a la Luna, recibieron las mismas dietas que habrían tenido por estar lejos de su base en Bakersfield: ocho dólares al día sin contar con los descuentos (como por Ej. por el alojamiento, ya que el gobierno les proporcionaba la cama en las naves espaciales). (…) El resto del tiempo, los astronautas procedentes del ejército fueron pagados de acuerdo a su rango. La mayoría eran capitanes, y cobraban alrededor de diecisiete mil al año a finales de los 60, lo que no era mucho ni siquiera entonces para una persona de 39 años con su alto nivel de educación y su preparación. Desde entonces algunos han aprendido a comerciar con variados grados de dignidad con su estatus de astronautas de las misiones Apolo, pero existe una cruel jerarquía, de acuerdo a la cual la firma, la presencia o la imagen de alguien que ha caminado sobre la Luna vale muchísimo más que aquella de quienes se quedaron atrás durante las últimas 60 millas. La ironía de todo esto es que a los pilotos del CM (el módulo que se quedaba atrás orbitando alrededor de la Luna) se les asignaba el trabajo debido a su superior experiencia respecto a los pilotos del LM (el módulo que descendía sobre la Luna) que llegaban hasta el final: Deke Slayton tenía como norma que ningún novato podía hacerse cargo del Módulo de Mando, su forma de regreso a la Tierra. Por eso Dick Gordon está aquí, de adorno de los falsos héroes cósmicos, y el miembro junior del equipo del Apolo 12, Alan Bean, que nunca había estado en el espacio antes de ese vuelo, no".
El autor de Moondust, In Search of The Men Who Fell to Earth, antes de conocer a uno de los astronautas del Apolo 12 (la segunda misión del Apolo que llegó a la Luna, en Noviembre de 1969), en una convención de fans de Star Trek en Las Vegas. Voy más o menos por la mitad del libro y de momento me está resultando una lectura apasionante.

Actualización: un amigo me ha mandado un e-mail contándome que el libro, con el título (un tanto desacertado en mi opinión) "Lunáticos", se ha editado en español. Podéis comprobarlo aquí. Gracias, Javier.
El autor de Moondust, In Search of The Men Who Fell to Earth, antes de conocer a uno de los astronautas del Apolo 12 (la segunda misión del Apolo que llegó a la Luna, en Noviembre de 1969), en una convención de fans de Star Trek en Las Vegas. Voy más o menos por la mitad del libro y de momento me está resultando una lectura apasionante.

Actualización: un amigo me ha mandado un e-mail contándome que el libro, con el título (un tanto desacertado en mi opinión) "Lunáticos", se ha editado en español. Podéis comprobarlo aquí. Gracias, Javier.

martes, 11 de agosto de 2009
La diferencia fundamental
"Pictures at a Revolution: Five Movies and the Birth of the New Hollywood
es uno de los mejores libros sobre cine que he leído nunca, y si estás remotamente interesado en cómo se hacen las películas –en cómo se hace cualquier cosa- entonces deberías leerlo. Por supuesto el cine tiene una enorme ventaja cuando se trata de relatos “desde dentro”, porque cada película podría haber seguido un camino diferente, de no ser porque elementos cruciales encajaron entre sí en momentos cruciales. Robert Redford quería ser el protagonista de El graduado; los guionistas de Bonnie and Clyde estaban empeñados en que Truffaut dirigiera su guión, y Warren Beatty, uno de los productores, veía a Bob Dylan y a Shirley MacLaine como protagonistas (ojala la literatura fuera tan interesante. Ya sabéis, “John Updike debía haber escrito Trampa 22 hasta el último momento. Abandonó el proyecto cuando inesperadamente le ofrecieron el primero de los libros de Rabbit, después de que el agente de Saul Bellow no pudiera conseguir el contrato que quería para su cliente…”. Como siempre, los libros se tienen que conformar con todas las historias aburridas: “Pensó la idea. Luego la escribió. Y luego se publicó”. ¿Quién quiere leer sobre eso?)".
Nick Hornby,de Shakespeare Wrote for Money
,el libro que recopila la última tanda de columnas que escribió hasta el año pasado en la revista The Believer, hablando de lo que había leído cada mes.
Nick Hornby,de Shakespeare Wrote for Money

lunes, 20 de julio de 2009
Toma ya
El titular de la noticia dice:"Amazon retira dos obras de Orwell de los Kindle de sus clientes. La librería digital carecía de los derechos y ha devuelto el dinero". Pasmado me ha dejado que Amazon haya borrado por las buenas los libros de Orwell de los Kindle de sus clientes sin pedirles antes permiso para hacerlo. A veces olvidamos lo fácil que es que alguien manipule el disco duro de nuestros ordenadores en cuanto nos conectamos a la red. Eso sí que es ponérselo fácil al "Gran Hermano"... Yo de momento me parece que voy a seguir conservando versiones físicas de los libros que realmente me importan.
lunes, 13 de julio de 2009
Cuidadito con los trífidos

Esto releyendo estos días El día de los trífidos, de John Wyndham. Aunque quizá debería decir leyendo, porque la leí por primera vez con 12 o 13 años y no recordaba apenas nada salvo la premisa (y no demasiado claramente) y que por aquel entonces me impresionó mucho. Precisamente por eso había dudado durante mucho tiempo si volver a leerla o no. No me apetecía que mi relectura de adulto me acabara decepcionando. Afortunadamente, por ahora, y a 150 páginas del final (estoy más o menos a la mitad), no está siendo así*. Tras algún bache inicial como la enrevesada explicación del origen de los trífidos (que supongo además será falsa, ¡o eso espero!), estoy disfrutándola mucho. La historia es muy conocida: unos años después de que los trífidos, unas extrañas plantas de varios metros de altura, capaces de andar tras arrancar sus raíces del suelo, empezaran a aparecer en todos los países de la Tierra, nuestro planeta pasa entre una tormenta de meteoritos cuya visión deja ciega al 90 % de la humanidad. En ese desolador paisaje post apocalíptico, los escasos supervivientes que han conseguido conservar la vista intentan arreglárselas como pueden para sobrevivir. Y uno de los mayores problemas a los que tienen que enfrentarse son como no los misteriosos trífidos. Porque las “plantas” poseen un aguijón venenoso con el que atacan a los seres humanos para poder alimentarse de ellos días días después, una vez comienza a pudrirse su carne. A la espera de saber si realmente la novela mantendrá el tipo hasta el final, de momento una de las cosas que más me está llamando la atención es hasta que punto ha sido fusilada, ya no solo en otras novelas, sino en un buen número de series de televisión y de películas. Por poner solo dos ejemplos, el inicio, con el protagonista despertando en un hospital a la mañana siguiente de la catástrofe, sin tener ni idea de lo que ha pasado durante la noche, es clavadito al de 28 días después, la película de zombies de Danny Boyle, y hay más de una escena y más de dos que aparecen tal cuál en Blindness, la adaptación al cine de la novela de José Saramago Ensayo sobre la ceguera (como no he leído el libro –cada vez que he intentando leer a Saramago se me ha atragantado- no sé si provienen o no de él, pero en el caso de que así sea, no está de más recordar que Wyndham escribió su libro en 1951 y Saramago el suyo en 1995). Lo que no he visto nunca es la adaptación al cine de El día de los trífidos de 1962 -aunque el cartel no pinta mal, ¿no?- ni la serie de televisión que se estrenó casi 20 años después. Justo ahora parece que se está rodando otra, así que teniendo reciente la lectura del libro, lo mismo me animo y acabo viéndola.
Por cierto, la traducción de la edición española es muy pobretona. Si podéis, no hagáis como yo y leedla en inglés.
*Terminé de leerlo hace unos días. Y ha habido suerte, sigue siendo igual de interesante hasta el final. Lo único malo es que la explicación sobre el origen de los trífidos de la que hablaba por ahí arriba es la única que acaba dándose en todo el libro. En realidad creo que habría sido mejor obviarla. Pero aparte de eso (que no sé si de todas maneras importa mucho), la historia es muy intensa y sino fuera porque no hay teléfonos móviles ni Internet podría haber sido publicada hace unos meses y no hace casi 60 años. Respecto a las similitudes con 28 días después, Pepo Pérez me ha envíado este mensaje: “En efecto, la estructura de la novela estaba fusilada en 28 días después, no eres el único que lo cree. Yo también lo pensé porque leí la novela poco después de ver la peli de Danny Boyle cuando se estrenó, hace unos años. Y no sólo el principio, con el chico despertando del coma en el hospital sin saber qué ha pasado en el mundo mientras tanto, fíjate en el resto: dos jóvenes adultos, chico y chica, se conocen y se alían para emprender la huída; llegan a una comuna dirigida por militares, etc. Todo eso estaba también en El día de los trífidos".
viernes, 10 de julio de 2009
Los vivos y los muertos
"Me parece a mí que delante de una tumba todos pensamos más o menos lo mismo, y que eso mismo, elocuencia aparte, apenas se distingue de las meditaciones de Hamlet ante la calavera de Yorick. No hay mucho que pensar ni que decir que no sea una variante de «mil veces llevóme a sus espaldas». Un cementerio, por lo general, sirve para recordarnos lo estrechas y triviales que pueden ser nuestras ideas al respecto. Sí, claro, podemos intentar hablar con los muertos, si creemos que ello va a ayudarnos; podemos empezar, como yo hice aquel día, diciendo «Bueno, mamá»... Pero es difícil no saber —si es que pasamos de la primera frase— que lo mismo nos daría entrar en conversación con la columna de vértebras que cuelga en la consulta del osteópata. Podemos prometerles cosas, podemos ponerlos al corriente de los últimos acaecimientos, pedirles comprensión, solicitar su perdón o su cariño; o podemos planteárnoslo de otro modo —el activo—, poniéndonos a arrancar malas hierbas, limpiar la gravilla, pasar el dedo por las letras talladas en la losa; podemos incluso agacharnos y situar las manos directamente encima de sus restos, tocando la tierra, su tierra; podemos cerrar los ojos y recordar cómo eran cuando estaban entre nosotros. Pero ningún resultado se deriva de tales reminiscencias, salvo el de hacer que los sintamos aún más lejos, más fuera de nuestro alcance de lo que estaban diez minutos antes, mientras íbamos acercándonos en el coche. Si no hay en el cementerio nadie que nos vea, puede que lleguemos a hacer cosas bastante disparatadas, en nuestro empeño por conseguir que los muertos no parezcan tan muertos. Pero, incluso si lo conseguimos, si nos esforzamos lo suficiente como para sentir su presencia, alguna vez tendremos que marcharnos de allí, sin ellos. Lo que demuestran los cementerios, al menos a las personas como yo, no es que los muertos estén presentes, sino que ya se han ido. Ellos se han ido y nosotros, por el momento, aquí estamos. Esto es fundamental y, por inaceptable que resulte, muy fácil de entender".
Philip Roth. "Patrimonio. Una historia verdadera". (1991). Traducción de Ramón Buenaventura para la edición de Seix Barral de 2003.
Philip Roth. "Patrimonio. Una historia verdadera". (1991). Traducción de Ramón Buenaventura para la edición de Seix Barral de 2003.
jueves, 25 de junio de 2009
"Diseñados" para la felicidad
"Pero, más allá de las adaptaciones infinitamente bellas con que nos topamos por todas partes, podríamos preguntarnos cómo se puede explicar la disposición generalmente beneficiosa del mundo. Algunos autores se sienten realmente tan impresionados por la cantidad de sufrimiento existente en él, que dudan —al contemplar a todos los seres sensibles— de si es mayor la desgracia o la felicidad, de si el mundo en conjunto es bueno o malo. Según mí criterio, la felicidad prevalece de manera clara, aunque se trata de algo muy difícil de demostrar. Si admitimos la verdad de esta conclusión, reconoceremos que armoniza bien con los efectos que podemos esperar de la selección natural. Si todos los individuos de cualquier especie hubiesen de sufrir hasta un grado extremo, dejarían de propagarse; pero no tenemos razones para creer que esto haya ocurrido siempre, y ni siquiera a menudo. Además, otras consideraciones nos llevan a creer que, en general, todos los seres sensibles han sido formados para gozar de la felicidad.
Cualquiera que crea, como creo yo, que todos los órganos corporales o mentales de todos los seres (excepto los que no suponen ni una ventaja ni una desventaja para su poseedor) se han desarrollado por selección natural o supervivencia del más apto, junto con el uso o el hábito, admitirá que dichos órganos han sido formados para que quien los posee pueda competir con éxito con otros seres y crecer así en número. Ahora bien, un animal puede ser inducido a seguir el rumbo más beneficioso para su especie mediante padecimientos como el dolor, el hambre, la sed o el miedo, o mediante placeres como el de la comida y la bebida y el de la propagación de su especie, etc., o por ambos medios combinados, como ocurre en el caso de la búsqueda de alimentos. Pero, si se prolonga durante mucho tiempo, cualquier tipo de dolor o sufrimiento causa depresión y reduce la capacidad de acción; no obstante, es muy apropiado para hacer que una criatura se prevenga contra cualquier mal grande o repentino. Por otra parte, las sensaciones placenteras pueden prolongarse durante mucho tiempo sin un efecto depresivo; al contrario, incitan a la totalidad del sistema a incrementar su actividad. Así es como ha podido ocurrir que la mayoría o todos los seres sensibles hayan evolucionado de ese modo por medio de la selección natural, y que las sensaciones placenteras les hayan servido de guías naturales. Lo vemos en el placer derivado del esfuerzo, a veces, incluso, de un gran esfuerzo físico o mental —en el placer que nos causan nuestras comidas diarias y, en especial, en el obtenido de la sociabilidad y del amor a nuestras familias—. La suma de esa clase de placeres, que son habituales u ocurren a menudo, proporciona a la mayoría de los seres sensibles un grado de dichas superior a las desgracias —cosa de la que apenas puedo dudar—, aunque su sufrimiento pueda a veces ser grande.
Este sufrimiento es perfectamente compatible con la creencia en la selección natural, que no actúa de manera perfecta pero tiende exclusivamente a proporcionar a cada una de las especies el mayor éxito posible en sus combates por la vida entablados con otras especies en unas circunstancias maravillosamente complejas y cambiantes".
Charles Darwin. Autobiografía. (Laeotoli, 2008).
Cualquiera que crea, como creo yo, que todos los órganos corporales o mentales de todos los seres (excepto los que no suponen ni una ventaja ni una desventaja para su poseedor) se han desarrollado por selección natural o supervivencia del más apto, junto con el uso o el hábito, admitirá que dichos órganos han sido formados para que quien los posee pueda competir con éxito con otros seres y crecer así en número. Ahora bien, un animal puede ser inducido a seguir el rumbo más beneficioso para su especie mediante padecimientos como el dolor, el hambre, la sed o el miedo, o mediante placeres como el de la comida y la bebida y el de la propagación de su especie, etc., o por ambos medios combinados, como ocurre en el caso de la búsqueda de alimentos. Pero, si se prolonga durante mucho tiempo, cualquier tipo de dolor o sufrimiento causa depresión y reduce la capacidad de acción; no obstante, es muy apropiado para hacer que una criatura se prevenga contra cualquier mal grande o repentino. Por otra parte, las sensaciones placenteras pueden prolongarse durante mucho tiempo sin un efecto depresivo; al contrario, incitan a la totalidad del sistema a incrementar su actividad. Así es como ha podido ocurrir que la mayoría o todos los seres sensibles hayan evolucionado de ese modo por medio de la selección natural, y que las sensaciones placenteras les hayan servido de guías naturales. Lo vemos en el placer derivado del esfuerzo, a veces, incluso, de un gran esfuerzo físico o mental —en el placer que nos causan nuestras comidas diarias y, en especial, en el obtenido de la sociabilidad y del amor a nuestras familias—. La suma de esa clase de placeres, que son habituales u ocurren a menudo, proporciona a la mayoría de los seres sensibles un grado de dichas superior a las desgracias —cosa de la que apenas puedo dudar—, aunque su sufrimiento pueda a veces ser grande.
Este sufrimiento es perfectamente compatible con la creencia en la selección natural, que no actúa de manera perfecta pero tiende exclusivamente a proporcionar a cada una de las especies el mayor éxito posible en sus combates por la vida entablados con otras especies en unas circunstancias maravillosamente complejas y cambiantes".
Charles Darwin. Autobiografía. (Laeotoli, 2008).

jueves, 7 de mayo de 2009
Que decepción

Como ya sabéis todos los que seguís este blog, me gustó mucho Déjame entrar, la primera novela del sueco John Ajvide Lindqvist. También me gustó la adaptación al cine, con guión del propio Linqqvist, aunque sigo prefiriendo el libro. Por eso esperaba con muchas ganas que me llegara la edición inglesa de su segunda novela, editada en Suecia en 2005, Handling the Undead (algo así como “ocupándose de los no muertos”). Pero, pese a un arranque muy intenso, más o menos a la mitad la novela empieza a vagar sin rumbo y al final lo pierde tanto que un poco más y no consigo terminar de leerla. En realidad sospecho que si no fuera por lo mucho que disfruté con Déjame entrar, no la hubiera acabado. Hasta la última página he estado esperando que se produjera el milagro (aunque a poco del final milagros hay, solo que de otro tipo) y todo adquiriera sentido gracias a un giro inesperado. Pero por desgracia no es así. La premisa del libro es interesante: En Estocolmo, tras una extraña ola de calor, miles de muertos recientes vuelven a la “vida” (o a algo que se le parece; ya que la mayor parte son incapaces de hablar y de mostrar emoción alguna) y regresan a sus casas. La mayoría son interceptados por el gobierno, que se los lleva para recluirlos en un centro donde un grupo de científicos trabaja para descubrir cómo es posible que hayan salido de sus tumbas, pero algunos consiguen permanecer con sus seres queridos. En la novela, que está contada desde varios puntos de vista distintos, seguimos a cuatro personajes que intentan entender a los no muertos, y en un caso, convivir con ellos. Así contada, la historia parece interesante, y cabría pensar que Handling the Undead podría ser una “revisitación” en clave naturalista de las historias de zombies (que en este caso no agreden a los vivos… al menos no siempre y no por las razones habituales), pero si bien durante cien páginas puede albergarse esa esperanza, rápidamente queda claro que el segundo libro de Lindqvist es una narración más bien chapucera que cuando revela sus verdaderas intenciones, en un clímax sonrojante y misticoide de lo más simplón que hace parecer bueno al de la película Ghost, te hace desear no haber empezado a leerla.
Aún así, supongo que compraré su próximo libro, una recopilación de cuentos de terror (al fin y al cabo todo el mundo la caga alguna vez). Aunque me parece que esta vez va a pasar más tiempo que éste en la pila de libros por leer que tengo junto al ordenador.
miércoles, 8 de abril de 2009
Algún día las cosas te irán mejor

Siempre me han interesado las historias que cuentan lo fácil que resulta que cuando eres un niño o un adolescente tu vida se vaya a la mierda de un día para otro y se convierta en un infierno. Ahora lo llaman “bullying” y los abusones graban sus vejaciones con teléfonos móviles, pero por desgracia es algo que ha ocurrido siempre y que dudo mucho que deje de ocurrir mientras para muchos la manera más fácil de marcar su territorio siga siendo machacar al compañero más débil.
Hace unos años escribí un álbum en el que contaba una historia de acoso escolar ambientada en los años 80, en los días alrededor del golpe de estado del 23F (Miedo, coescrito con Antonio Trashorras y dibujado por Javier Rodríguez) y en estos momentos estoy trabajando en dos proyectos que tratan el mismo tema. Por eso, porque es algo que me interesa, y también porque como guionista me gusta saber cómo lo abordan los demás para intentar distanciarme lo más posible de obras que ya están publicadas o estrenadas, he leído esta semana La jauría y la niebla, una novela de Martín Casariego (del que hace tiempo ya leí un par de novelas juveniles que también me gustaron bastante), y he visto la película Ben X, dirigida y escrita por el belga Nic Balthazar a partir de su propia novela. Ambas me han interesado mucho. Iba a decir que las he “disfrutado”, pero más bien las he sufrido. Especialmente la novela de Casariego. Varias veces he estado a punto de no seguir leyendo de lo difícil que me estaba resultando aguantar tanta crueldad. Y si no fuera una novela tan bien escrita y tan bien contada, creo que lo habría hecho.
En realidad, si las recomiendo aquí no es porque hablen del acoso escolar, sino porque me parece que, independientemente del tema que tratan, merecen realmente la pena. A pesar de compartir momentos muy parecidos (algo inevitable al abordar este tipo de historias), están contadas de una manera muy interesante y relativamente inusual. En el caso de la novela, hay tres puntos de vista: el de un niño de ocho años al que un compañero acaba de revelarle que los Reyes Magos no existen, el del adolescente que sufre el maltrato, y el de un viejo escritor que va a dar un par de charlas al colegio vasco en el que estudian tanto el niño como el adolescente. Como me pasa cada vez que leo una buena novela, envidio la capacidad de los escritores para conseguir que lo más interesante de lo que cuentan no sea exactamente lo que pasa, sino cómo lo viven quienes lo protagonizan, algo que, salvo que uses una voz en off (y ni siquiera), le está vedado al cine; y también que pueden permitirse personajes complejos, impulsados por motivaciones a veces hasta contradictorias, que resulta imposible explicar en dos o tres líneas (y mucho menos en una reunión con un ejecutivo de televisión…). Curiosamente, mis momentos preferidos del libro no son los protagonizados por el chico acosado sino por el escritor, un tipo desencantado que no sabe muy bien qué hace tan lejos de casa, hablándoles de su libro a un montón de chavales a los que lo mismo les daría que ese día no se hubiera levantado de la cama.

Por otra parte, Ben X es algo más optimista que La jauría y la niebla, sobre todo gracias a un giro final que quizá resulta un poco forzado (más que un giro es un triple salto mortal). El protagonista, el Ben X del título, es un adolescente autista al que sus compañeros de clase humillan constantemente, enganchado a los juegos en red tipo World of Warcraft (el único lugar donde puede relacionarse con normalidad con otros chavales de su edad, e incluso "conocer" chicas). Creo que se ha estrenado hace poco aquí en cine, aunque malamente, en muy pocas salas y doblada. Yo la vi en DVD gracias a que ya hace un año que se editó en Inglaterra. Supongo que saldrá en España en poco tiempo, como suele ocurrir con todas esas películas que solo se estrenan durante una semana en algún cine de la periferia de Madrid y Barcelona para -según me contó una vez un amigo que trabaja en una distribuidora-, poder cobrar más caros los derechos de la edición del DVD alegando que ha pasado antes por los cines. Y en este caso es una pena, porque es una película que podría haber llegado a un público mucho más amplio de haber sido exhibida en condiciones.
Y a menudo, cuando pienso en estas cosas, me acuerdo de la que probablemente es mi escena preferida de Donnie Darko (y perdonad que no la haya traducido, pero no tengo tiempo, y la única versión del guión que hay en Internet está en inglés):
INT. MAIN HALLWAY - NEXT (3:15. P.M.)
And with that... Ms. Pomeroy turns and walks down the hallway with her career in a cardboard box... heading towards the bright Friday afternoon sunlight.
Donnie walks back down the hallway... lost in his own
introspection.
Across the way... at her locker... as Cherita Chen. Donnie
approaches her slowly like a cat.
She turns from her locker... and they make eye contact.
She looks at him warily, frightened. A book falls from her
arms onto the floor.
Written in large letters on the brown book cover is his name. DONNIE DARKO.
He comes face to face with her, grabs her earmuffs with both hands, and touches his forehead to hers as if he were going to kiss her.
DONNIE
(long beat)
I promise that one day things will
get better for you.
Cherita holds still for a moment, trembling, and then jerks
back from him. Her earmuffs come off in his hands.
She backs away from him slowly. A single tear rolls down her cheek.
CHERITA
Chut... up!
She then turns and runs down the hall... disappearing from
sight.
Ojalá todos hubiéramos tenido un Donnie Darko para decirnos que algún día el colegio, o el instituto, se acabaría. Aunque probablemente, como le pasa a Cherita, no le habríamos creído…
Hace unos años escribí un álbum en el que contaba una historia de acoso escolar ambientada en los años 80, en los días alrededor del golpe de estado del 23F (Miedo, coescrito con Antonio Trashorras y dibujado por Javier Rodríguez) y en estos momentos estoy trabajando en dos proyectos que tratan el mismo tema. Por eso, porque es algo que me interesa, y también porque como guionista me gusta saber cómo lo abordan los demás para intentar distanciarme lo más posible de obras que ya están publicadas o estrenadas, he leído esta semana La jauría y la niebla, una novela de Martín Casariego (del que hace tiempo ya leí un par de novelas juveniles que también me gustaron bastante), y he visto la película Ben X, dirigida y escrita por el belga Nic Balthazar a partir de su propia novela. Ambas me han interesado mucho. Iba a decir que las he “disfrutado”, pero más bien las he sufrido. Especialmente la novela de Casariego. Varias veces he estado a punto de no seguir leyendo de lo difícil que me estaba resultando aguantar tanta crueldad. Y si no fuera una novela tan bien escrita y tan bien contada, creo que lo habría hecho.
En realidad, si las recomiendo aquí no es porque hablen del acoso escolar, sino porque me parece que, independientemente del tema que tratan, merecen realmente la pena. A pesar de compartir momentos muy parecidos (algo inevitable al abordar este tipo de historias), están contadas de una manera muy interesante y relativamente inusual. En el caso de la novela, hay tres puntos de vista: el de un niño de ocho años al que un compañero acaba de revelarle que los Reyes Magos no existen, el del adolescente que sufre el maltrato, y el de un viejo escritor que va a dar un par de charlas al colegio vasco en el que estudian tanto el niño como el adolescente. Como me pasa cada vez que leo una buena novela, envidio la capacidad de los escritores para conseguir que lo más interesante de lo que cuentan no sea exactamente lo que pasa, sino cómo lo viven quienes lo protagonizan, algo que, salvo que uses una voz en off (y ni siquiera), le está vedado al cine; y también que pueden permitirse personajes complejos, impulsados por motivaciones a veces hasta contradictorias, que resulta imposible explicar en dos o tres líneas (y mucho menos en una reunión con un ejecutivo de televisión…). Curiosamente, mis momentos preferidos del libro no son los protagonizados por el chico acosado sino por el escritor, un tipo desencantado que no sabe muy bien qué hace tan lejos de casa, hablándoles de su libro a un montón de chavales a los que lo mismo les daría que ese día no se hubiera levantado de la cama.

Por otra parte, Ben X es algo más optimista que La jauría y la niebla, sobre todo gracias a un giro final que quizá resulta un poco forzado (más que un giro es un triple salto mortal). El protagonista, el Ben X del título, es un adolescente autista al que sus compañeros de clase humillan constantemente, enganchado a los juegos en red tipo World of Warcraft (el único lugar donde puede relacionarse con normalidad con otros chavales de su edad, e incluso "conocer" chicas). Creo que se ha estrenado hace poco aquí en cine, aunque malamente, en muy pocas salas y doblada. Yo la vi en DVD gracias a que ya hace un año que se editó en Inglaterra. Supongo que saldrá en España en poco tiempo, como suele ocurrir con todas esas películas que solo se estrenan durante una semana en algún cine de la periferia de Madrid y Barcelona para -según me contó una vez un amigo que trabaja en una distribuidora-, poder cobrar más caros los derechos de la edición del DVD alegando que ha pasado antes por los cines. Y en este caso es una pena, porque es una película que podría haber llegado a un público mucho más amplio de haber sido exhibida en condiciones.
Y a menudo, cuando pienso en estas cosas, me acuerdo de la que probablemente es mi escena preferida de Donnie Darko (y perdonad que no la haya traducido, pero no tengo tiempo, y la única versión del guión que hay en Internet está en inglés):
INT. MAIN HALLWAY - NEXT (3:15. P.M.)
And with that... Ms. Pomeroy turns and walks down the hallway with her career in a cardboard box... heading towards the bright Friday afternoon sunlight.
Donnie walks back down the hallway... lost in his own
introspection.
Across the way... at her locker... as Cherita Chen. Donnie
approaches her slowly like a cat.
She turns from her locker... and they make eye contact.
She looks at him warily, frightened. A book falls from her
arms onto the floor.
Written in large letters on the brown book cover is his name. DONNIE DARKO.
He comes face to face with her, grabs her earmuffs with both hands, and touches his forehead to hers as if he were going to kiss her.
DONNIE
(long beat)
I promise that one day things will
get better for you.
Cherita holds still for a moment, trembling, and then jerks
back from him. Her earmuffs come off in his hands.
She backs away from him slowly. A single tear rolls down her cheek.
CHERITA
Chut... up!
She then turns and runs down the hall... disappearing from
sight.
Ojalá todos hubiéramos tenido un Donnie Darko para decirnos que algún día el colegio, o el instituto, se acabaría. Aunque probablemente, como le pasa a Cherita, no le habríamos creído…
domingo, 11 de enero de 2009
El ideal de servicio.
Que bien explica John Berger en estos párrafos el concepto de “el ideal de servicio”, una idea (a menudo malinterpretada) alrededor de la que se han escrito muchas novelas y probablemente todavía más guiones de cine. Los he copiado de su libro “Un hombre afortunado”, que reúne varios textos sobre la vida de un médico rural inglés en 1967:
A Sassall le influyeron mucho de niño los libros de Conrad. Contra el aburrimiento y la complacencia de la vida de la clase media inglesa en tierra firme, Conrad le ofrecía lo “inimaginable”, cuyo instrumento era el mar. La poesía que se le ofrecía, sin embargo, no era amanerada o poco viril; muy al contrario, los únicos hombres que se podían enfrentar a lo inimaginable eran duros, taciturnos, mesurados y tenían un aspecto del todo normal. La cualidad contra la que Conrad previene constantemente es al mismo tiempo la cualidad a la que apela: la imaginación. Se diría que el mar es el símbolo de esta contradicción. El mar apela a la imaginación, pero para enfrentarse al mar en su furia inimaginable, para hacer frente a sus retos, uno ha de abandonar la imaginación, pues conduce al temor y al aislamiento.
Lo que resuelve la contradicción, y al resolverla eleva ese drama a un nivel mucho más noble, muy por encima de la egoísta medra personal que constituye la vida insignificante del común de los mortales, es el ideal de servicio. Este ideal tiene un doble significado. El servicio representa todos aquellos valores tradicionales que unos pocos privilegiados que han aceptado el reto aprecian profundamente; y no lo aprecian en razón de un principio abstracto, sino como la condición indispensable para la práctica eficaz de su arte o de su técnica. Y al mismo tiempo, el servicio representa la responsabilidad que esos pocos tienen con respecto a los muchos que dependen de ellos: los pasajeros, la tripulación, los armadores, los comerciantes, los agentes.
Simplifico, sin duda. Y Conrad no sería el magnífico escritor que es si éste fuera un resumen certero de su actitud respecto al mar. Pero la simplificación nos permite ver por qué Conrad podía atraer a un chico que se rebelaba contra el medio burgués de su familia, pero que tampoco tenía ningún interés en la bohemia. Admiraba la destreza física. Disfrutaba trabajando con las manos, haciendo cosas prácticas. Las cosas despertaban más su curiosidad que los pensamientos. Como a muchos otros chicos de su clase y de su generación, le movía el ideal de ofrecer un ejemplo moral que dejara en entredicho el oportunismo de sus mayores.
John Berger. "Un hombre afortunado". (Alfaguara, 2008). Traducción de Pilar Vázquez.
A Sassall le influyeron mucho de niño los libros de Conrad. Contra el aburrimiento y la complacencia de la vida de la clase media inglesa en tierra firme, Conrad le ofrecía lo “inimaginable”, cuyo instrumento era el mar. La poesía que se le ofrecía, sin embargo, no era amanerada o poco viril; muy al contrario, los únicos hombres que se podían enfrentar a lo inimaginable eran duros, taciturnos, mesurados y tenían un aspecto del todo normal. La cualidad contra la que Conrad previene constantemente es al mismo tiempo la cualidad a la que apela: la imaginación. Se diría que el mar es el símbolo de esta contradicción. El mar apela a la imaginación, pero para enfrentarse al mar en su furia inimaginable, para hacer frente a sus retos, uno ha de abandonar la imaginación, pues conduce al temor y al aislamiento.
Lo que resuelve la contradicción, y al resolverla eleva ese drama a un nivel mucho más noble, muy por encima de la egoísta medra personal que constituye la vida insignificante del común de los mortales, es el ideal de servicio. Este ideal tiene un doble significado. El servicio representa todos aquellos valores tradicionales que unos pocos privilegiados que han aceptado el reto aprecian profundamente; y no lo aprecian en razón de un principio abstracto, sino como la condición indispensable para la práctica eficaz de su arte o de su técnica. Y al mismo tiempo, el servicio representa la responsabilidad que esos pocos tienen con respecto a los muchos que dependen de ellos: los pasajeros, la tripulación, los armadores, los comerciantes, los agentes.
Simplifico, sin duda. Y Conrad no sería el magnífico escritor que es si éste fuera un resumen certero de su actitud respecto al mar. Pero la simplificación nos permite ver por qué Conrad podía atraer a un chico que se rebelaba contra el medio burgués de su familia, pero que tampoco tenía ningún interés en la bohemia. Admiraba la destreza física. Disfrutaba trabajando con las manos, haciendo cosas prácticas. Las cosas despertaban más su curiosidad que los pensamientos. Como a muchos otros chicos de su clase y de su generación, le movía el ideal de ofrecer un ejemplo moral que dejara en entredicho el oportunismo de sus mayores.
John Berger. "Un hombre afortunado". (Alfaguara, 2008). Traducción de Pilar Vázquez.
sábado, 5 de julio de 2008
miércoles, 11 de junio de 2008
Repescando

La primera novela de Michel Faber me estaba esperando en una estantería desde hace varios años, pero no la he leído hasta esta misma semana. Y me ha encantado. Bueno, no sé si “encantado” es la palabra exacta. Más bien me ha emocionado, me ha estremecido y, sobre todo, me ha sorprendido. Porque a pesar de que los editores hacen todo lo posible para que no se note, e incluso se podría deducir del texto de la contraportada que Bajo la piel es una novela de asesinos en serie, en realidad se trata de una historia de ciencia ficción protagonizada por una extraterrestre que vive en la Tierra llevando a cabo una misión bastante tremebunda, cuyos detalles me ahorraré para no fastidiaros su lectura. Escrita en clave de drama existencial terrorífico, hasta algo melancólico en ocasiones (está muy lejos del subgénero que se conoce como “CF dura”), tras un arranque algo moroso que puede resultar un poco durillo, contiene escenas que no solo me han turbado profundamente mientras las leía, sino que vuelven una y otra vez a mi recuerdo (¡esa persecución nocturna!). Para entendernos, si Bajo la piel fuera cine, sería una película de los 80 dirigida por David Cronenberg. De hecho, tengo entendido que desde hace años existe la intención de adaptarla, pero supongo que una historia así, destinada al público adulto, y que sin embargo requiere una inversión tan grande en efectos especiales, no debe de ser nada fácil de financiar.
Nada más terminarla, me he ido a una librería a comprar la segunda novela de Faber, Pétalo carmesí, flor blanca, un melodrama victoriano de unas mil páginas que también editó hace un tiempo Anagrama. A ver si me animo y no tardo en leerla otros cuatro o cinco años…
miércoles, 21 de mayo de 2008
Pelecanos

No estoy del todo seguro, pero creo que Drama City es la tercera novela de George Pelecanos que se ha publicado en España. Aunque como, si no me equivoco, las otras dos están descatalogadas (o eso o es que yo no he tenido la suerte de encontrarlas) si queréis leerle en castellano no vais a tener más remedio que compraros esta. Aún no la he terminado, pero a falta de 60 páginas para llegar al final, me está pareciendo cojonuda. Además, esta novela tiene la peculiaridad de que es la primera que leo de Pelecanos que realmente recuerda a The Wire, serie de la que es guionista. Se trata de una historia de delincuencia en tono bajo contada desde varios puntos de vista, Los más importantes, el de un ex presidiario que trabaja en la Sociedad Protectora de Animales y el de su agente de la condicional. En la portada del libro hay una cita de Stephen King diciendo que Pelecanos es el mejor escritor de novela negra norteamericano (supongo que se refiere a contemporáneo, claro). Y probablemente tenga razón.
Más información, aquí.
miércoles, 2 de abril de 2008
La Guerra Civil


Ha dado la casualidad de que estos últimos días he leído dos obras ambientadas en nuestra Guerra Civil: una novela, “Los girasoles ciegos”, de Alberto Méndez, y el segundo álbum de la serie de cómic “36-39. Malos tiempos” de Carlos Giménez. Ambas además están estructuradas de una forma similar: recopilan varias historias cortas que pueden leerse de forma independiente, si bien se disfrutan más (aunque no sé si “disfrutar” es la palabra) leídas del tirón. Asimismo, comparten un tono muy duro y desesperanzado y una estructura juguetona, de ejecución difícil, que pese a su brillantez, no se interpone entre el lector y lo narrado. Dicho de otra manera: al leerlas uno tiene la sensación de que es exactamente así y no de otro modo como tenían que contarse estas historias. A mí las dos me han gustado mucho; me han hecho pasarlo mal, me han emocionado, me han cabreado… me han removido, que es de lo que se trata (aunque reconozco que la última historia del álbum de Giménez, “Sito”, un poco más y no la puedo acabar de leer…).
Y también me han recordado lo mucho que me toca las narices ese topicazo de que “en el cine español hay demasiadas películas sobre la Guerra Civil”. Cosa que no es cierta (y sólo hay que mirar la cartelera), pero que, si lo fuera, no sé qué tendría de malo. ¿Qué es lo que buscamos aquellos que nos dedicamos a contar historias? Experiencias al límite, conflictos intensos, emoción… ¿y en qué situación se vive (y se muere) de forma más intensa que en una guerra? ¿en qué otra se pone más a prueba nuestra verdadera esencia? Y con “guerra” no me refiero sólo al campo de batalla, sino a su a veces mucho más desoladora periferia. Precisamente el territorio que habitan este cómic y esta novela.
La duda ahora es si la adaptación al cine de “Los girasoles…” escrita por Rafael Azcona (creo que fue su último trabajo) y que al parecer ya está rodada, será capaz de transmitir esa sensación de terrible hiperrealidad que comunica la novela. Ya veremos.
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